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Si hay una calamidad en el mundo es el poder, una vez se saborea, a cualquier nivel, la tendencia de la gente es aferrarse a su gran o pequeña cuota, y comienza a equivocarse, a desconfiar de sus hermanos más cercanos, a dar zancadillas, a practicar la mezquindad, a rodearse de quienes le dicen lo que quiere oír, o como dicen aquí “le tumban el polvo”. A creerse indispensables.
Es lo que le paso a Juvenel Moise, a quien escuche decir en una noticia de Aljazeera, que “después de Dios nadie tenía más poder que él en Haití”. Solo que se le olvido que él, negro y con apenas una modesta tradición como comerciante agrícola, no podía competir con la oligarquía haitiana, conformada por blancos de origen francés y árabes o “turcos”, que son quienes dominan la economía haitiana, al igual que cierta burguesía y aristocracia mulata.
Quienes visitamos a Haití con frecuencia, y yo lo hice como oficial de educación del UNICEF, nos quedábamos asombrados con la suntuosidad de las casas de la oligarquía haitiana, incomparables con las nuestras, con montañas enteras encementadas y caminos que regularmente humedecen haitianos negros, como estatuas, a quienes pagan salarios de absoluta miseria.
La oligarquía haitiana y la burguesía haitiana no tienen perdón de Dios, porque nada les importa su pueblo, sometido a la más espantosa miseria y emigrando como puede donde puedan sobrevivir los más elementales problemas del hambre y salud.
Hoy vemos a millares de jóvenes haitianos en Brasil, detenidos en la frontera con el Perú, en Chile, en la selva amazónica, desmintiendo las tesis de la paranoia nacional de que quieren llegar en masa a invadirnos como lo hizo Boyer, cuando vino y se quedó 22 años.
Por más que aclaramos que la República Dominicana no existía entonces; que Haití nos ocupó para proteger su Revolución contra Francia, cuando España le cedió nuestro territorio en uno de los tantos intercambios producto de las guerras que sostenían, algo que hizo exclamar a uno de nuestro poetas: “Hoy español naci, mañana seré francés, y….no sé qué será de mi!”; por más que insistimos que los revolucionarios haitianos fueron recibidos como héroes por el campesinado dominicano, víctima de la más terrible explotación por los terratenientes, entre ellos la Iglesia Católica que era la mayor propietaria de tierra y la mayor prestamista, no nos escuchan.
Por más que repetimos que la primera tarea de los “invasores” fue además de erradicar la esclavitud, hacer una reforma agraria; los abanderados de un “nacionalismo” unilateral, que excluye a los Estados Unidos a quienes -como neo-colonia real-, obedecemos, esa ultraderecha fomenta un antihaitianismo en las masas menos educadas, no exento de racismo