Y nuestro modo es la necesidad, no la avaricia. Durante la próxima semana se estará discutiendo de nuevo en el país la situación entre República Dominicana y Haití. He escrito estos artículos después de mucho meditar sobre una propuesta humanista y realista que aporte una solución al hecho incontestable de que Haití cuenta con una creciente población que no puede sostener y que República Dominicana no está en condiciones de asumir.
También los he escrito con la esperanza de que Europa pueda convencer a Francia de su responsabilidad histórica frente al devenir de Haití, ya que es entre todos los países “desarrollados” el único que tiene la llave para resolver el impasse entre Haití y Dominicana, y el único que puede hacer un aporte real a la solución de la problemática interna haitiana.
Aclaro que el objetivo de estos tres artículos es contribuir a la búsqueda de soluciones para la población haitiana en Haití, no para los y las dominico-haitianos cuyo status, sostengo, debe ser regularizado como ciudadanos de nuestro país, ya que ellos y ellas no son culpables de nuestros desaciertos históricos con respecto a la inmigración y el tráfico de trabajadores para la industria agrícola nacional.
Parto para estos trabajos de un recuento histórico que me permita avalar lo que propongo, que es iniciar una recolonización de nuestros territorios a partir de la necesidad de sobrevivencia, no de la avaricia.
Entre los factores que impulsaron el colonialismo europeo, el cual comenzó en el siglo XV y en su fase posterior entre los siglos XIX y mediados del XX, Inglaterra, Francia y Alemania extendieron su territorio a Europa Oriental,Oriente Medio, Extenso Oriente y El Caribe, estuvo el crecimiento de la población europea, la cual además de provocar una fuerte presión demográfica, aumentaba la tasa de desempleo; y los factores económicos: la Revolución Industrial que al saturar los mercados europeos necesitaba la inversión del capital y la creación de nuevos mercados.
Entre 1870 y 1914, treinta millones de europeos migraron hacia los nuevos territorios conquistados por el imperialismo europeo: 90% del África, 99% de Oceanía, y 56% del Asia, en un proceso colonial que economistas como Adam Smith y David Ricardo criticaron: “La colonización solo beneficia a grupos minoritarios de los territorios dominados, nunca al pueblo”.
Durante ese periodo histórico, ocurrieron las emigraciones más intensas de la historia. Entre 1880 y 1914 500,000 personas anuales, en 1887: 800,000. Emigraciones justificadas en doctrinas racistas pancaucásicas que pregonaban el dominio “civilizador” de la raza blanca.
Como colonos, Francia prefería a hombres jóvenes, a quienes llamaba “engagés”. Esos jóvenes se comprometían durante tres o cuatro años a trabajar, se les otorgaba pasaje y mantenimiento durante ese periodo, al final se les dejaba en libertad, y se les cedía tierra y aperos para la agricultura. Unos 20,000 jóvenes, anualmente, se lanzaron a esta aventura, en visionándose como propietarios.