Héctor Díaz Polanco, dominico-mexicano, es el encargado de la escuela de formación de MORENA, el partido de López Obrador. Nos acaba de visitar, cortesía de la Fundación Juan Bosch, y traer aires frescos y el relato de su viaje a China, donde fue invitado por la Escuela de Formación que forma unos noventa millones de chinos y chinas.
Según Héctor, nadie puede ascender en la escala política china si no ha pasado por la escuela de formación y haberse dedicado durante un año, en una comunidad de base, a implementar lo aprendido.
Nadie está exento, ni el presidente de China, quien cada año imparte un curso en la escuela y ha realizado su pasantía, único método efectivo de evaluación. Como noticia extraordinaria anuncia que China declarará al país libre de la pobreza el año próximo.
Las noticias sobre México son alentadoras. Cada mañana el presidente habla por una hora con la población, vía radio, y rinde informe sobre su gestión. Como noticia de sumo interés para nosotros esta la creación del Ministerio de Devolución de lo Robado al Pueblo (MDRP), el cual incauta los bienes de los empresarios, legisladores, narcotraficantes y políticos corruptos, los subasta y distribuye a las poblaciones más carenciadas. Una medida que ha concitado gran entusiasmo popular, ya que la denuncia de la corrupción debe acompañarse de nombres y apellidos, y proyectos de acción sobre lo robado, o se quedan en un simple y verde desahogo.
Héctor quería enterarse sobre los avances del movimiento progresista dominicano, excesivamente temeroso y conservador en sus iniciativas, no sabemos si por acomodamiento o incompetencia.
Le dije que ese movimiento no se ha atrevido a actuar pública y masivamente, frente a cuatro temas cruciales de la agenda nacional:
-La devolución de la nacionalidad a la población dominico-haitiana.
-El respeto a la diversidad sexual, en un país donde hay tanta gente homosexual víctima de la machocracia.
-El respeto al derecho a la salud de las mujeres, y las tres causales del aborto terapéutico.
-La educación de género.
Mientras la derecha y ultraderecha articulan de manera cada vez más abierta y agresiva sus demandas, aquí y a nivel continental, permanecemos anquilosados en viejos discursos y esquemas que no incorporan nuevos nichos de población a nuestra acción política.
Es como si temiéramos que “nos confundan”, como si la derecha olvidara alguna vez que alguna vez fuimos progresistas o de izquierda. Cuando veo a viejos izquierdista en la TV, con la imagen de Cristo como escudo, me apeno.
Así, en cada proceso electoral, nos escudamos en todo tipo de excusas para no admitir lo evidente:
Que si nos atrevemos podemos perder, pero si no nos atrevemos ya perdimos.