Editorial

Heridas abiertas

Heridas abiertas

Las fracturas provocadas por la convención de marzo de este año, que nominó al agrónomo Hipólito Mejía como candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), no acaban de cicatrizar en esa organización. Desaires, intrigas, renuncias y dificultades evidencian, como secuelas, las heridas que todavía matizan el ensamblaje de la estrategia electoral del perredeísmo.

Tras airear que el Gobierno infiltró la convención del PRD para favorecer a Mejía, quien la ganó con un 53.30% de los votos, el presidente de la organización, Miguel Vargas Maldonado, que obtuvo un respetable 46.70%, no ha disimulado su inconformidad con los resultados de las primarias, declarándose desde entonces prácticamente en rebeldía.

Si bien con el paso del tiempo prestantes figuras del entorno de Vargas Maldonado se han integrado a los equipos de campaña del candidato presidencial del PRD, en él se ha visto una sistemática apelación a pretextos para mantenerse al margen o evadir compromisos proselitistas.

Con todo y lo sólida que se nota la candidatura de Mejía, la conducta de Vargas Maldonado puede tener funestas consecuencias en las expectativas de triunfo que saborean los perredeístas. Sobre todo, porque su principal rival se las arreglará para convertir en  tormenta de impredecibles consecuencias cualquier signo de perturbación.

La vocación y sus posibilidades de asumir el poder confieren más relevancia al malestar que traducen los reiterados desaires de Vargas Maldonado al candidato presidencial de su partido. Bajo pretexto de que no le habían avisado, como si hubiera sido necesario una cita para un asunto rutinario, se negó a recibir en su oficina a Mejía para éste entregarle una carta en la que le pedía que se integrara a la campaña de la organización.

A sabiendas de que su presencia contribuiría a modificar la percepción sobre las diferencias internas, el presidente del PRD se ausentó del país para no participar, con todo y que había sido invitado con suficiente anticipación, a la juramentación del comando nacional de campaña de su organización.

Como presidente del PRD, Vargas Maldonado merece respeto. Pero el detonante de los problemas que han impedido afinar la maquinaria partidaria no ha sido el irrespeto, sino los dolores de heridas dejadas por la convención que se decantó por Mejía, que no acaban de cicatrizar.

Al menos por el momento el panorama social y económico relega las fisuras que marcan al perredeísmo. Pero las perspectivas pueden variar considerablemente, sobre todo si tienden a agravarse, en tanto el candidato del oficialismo pueda articular una estrategia de más calado en el electorado.

El Nacional

Es la voz de los que no tienen voz y representa los intereses de aquellos que aportan y trabajan por edificar una gran nación