¿Qué Pasa?

Industria del cine navideño crece en julio

Industria del cine navideño crece en julio

En algún lugar de Canadá, en pleno julio, un actor se ajusta un abrigo grueso bajo un sol implacable. A su alrededor, un árbol artificial perfectamente iluminado, nieve falsa hecha de espuma y un escaparate en el que se lee “Feliz Navidad”.

El termómetro marca 30 grados, pero en cámara es diciembre. Esta escena forma parte de una de las tantas películas navideñas que, meses después, aparecerán en el catálogo de alguna plataforma.

Así se fabrica hoy el espíritu navideño, fuera de temporada, a ritmo industrial y con calendario comercial.

Durante décadas, el cine navideño fue visto como un subgénero sentimental destinado a rellenar la programación televisiva o a dormir en estantes de videoclubs.

El corazón de esta maquinaria late lejos de los centros tradicionales del cine,

Esa percepción cambió. La Navidad no solo se celebra, se planifica, se produce y se exporta como un bien cultural de alta rotación.

El corazón de esta maquinaria late lejos de los centros tradicionales del cine, mientras Canadá se ha convertido en un gigantesco set navideño.

La industria cinematográfica canadiense se ha fortalecido por los incentivos fiscales, permisos accesibles y ciudades enteras entrenadas para disfrazarse de invierno cuando aún es verano.

Cada invierno Ottawa asume el título de capital de las comedias románticas navideñas. Su arquitectura clásica, sus calles ordenadas y una industria audiovisual sólida y asequible la han convertido en escenario habitual de decenas de producciones que, paradójicamente, se filman en pleno verano.

En pocos meses se ruedan decenas de títulos con una eficiencia que haría sonrojar a cualquier cadena grande de montaje.

Las películas se parecen en decorados que se reutilizan, actores que enlazan tres o cuatro producciones sin cambiar de hotel. Todo para que, cuando llegue noviembre, el escaparate esté lleno.

Contrario a otros años las plataformas no quieren una película navideña, quieren muchas.

Netflix, Prime Video, Disney+ y hasta servicios regionales han entendido que diciembre es una temporada decisiva para captar usuarios con productos baratos, rápidos y emocionalmente efectivos.

El resultado es Navidad con romance rural, con chefs, con mascotas, con reencuentros familiares, con princesas perdidas o segundas oportunidades.

El cine navideño funciona porque es matemático, con costos bajos, emociones seguras y una altísima tasa de repetición.

Muchas de estas películas se convierten en rituales, aunque nadie las considere grandes obras. Se vuelven parte de las festividades de fin de año, como el arbolito o el villancico.

En medio de un mundo saturado de crisis, urgencias y noticias negativas, estas historias ofrecen entretenimiento, finales seguros, recompensas que no exigen esfuerzo, refugio y paz