Editorial

Intolerante

Intolerante

Con el absurdo, ridículo y antijurídico pretexto de que el nombre de sus empleados es “una información de carácter íntimo”, la presidencia de la Cámara de Diputados incurre en grosera violación a la Ley de Libre Acceso a la Información Pública, un derecho ciudadano consagrado en un estatuto que ese Poder Legislativo aprobó.

¿Cómo es posible que se alegue que la nómina de empleados y funcionarios de una dependencia del Estado, no relacionada con la seguridad nacional, es una información vedada  al ciudadano ordinario?

Un reportaje del diario El Caribe hace constar que  el Senado de la República publica  en su portal digital cada uno de  los capítulos de su nómina, con los nombres y apellidos de sus empleados, pero en la Cámara baja consideran que  esa simple información  constituye un secreto de Estado.

¿Qué se oculta detrás de ese estrambótico interés en mantener  vedada al público una lista de servidores cuyos salarios y privilegios salen de las costillas de los contribuyentes?

La ley 200-04, de autoría del entonces senador peledeísta José Tomás Pérez, no  refiere en ninguno de sus artículos la  prerrogativa  de ocultar una nómina de empleados, posiblemente desbordada, como lo pronunció el Tribunal Constitucional con la sentencia que obligó al Congreso a revelar con nombres y apellidos la lista de sus asesores.

La Cámara de Diputados, con su extraña reticencia al cumplimiento de la ley  contradice normas de transparencia  ya superadas  en  el mundo civilizado y  viola referencias del derecho internacional y, obviamente, la carta de  filiación del Estado dominicano a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Como si  fueran extraterrestres, el presidente de  ese hemiciclo, Abel Martínez, ha dispuesto publicar una nómina de  empleados  sin nombres ni  apellidos, bajo el alegato de que  la identificación de una persona consignada en el Registro Civil “es una información de carácter íntimo”.

Al rechazar con todo vigor y determinación ese  comportamiento contrario  a la ética y transparencia, lo menos que se puede reclamar es que los ciudadanos afectados por tan manifiesta intolerancia y opacidad, recurran ante el tribunal constitucional,  en la convicción  de que ningún cacique puede estar por encima de la ley.

El Nacional

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