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Jerusalén capital de dos Estados

Jerusalén  capital de dos Estados

Palestinian president Mahmud Abbas speaks during a press conference on October 8, 2014 in the West Bank City of Ramallah. Clashes broke out as Palestinians protested against Jews visiting the flashpoint holy site on the eve of the week-long holiday for Sukkot, or Feast of Tabernacles, Israeli police said. AFP PHOTO/ABBAS MOMANI (Photo credit should read ABBAS MOMANI/AFP/Getty Images)

Este 6 de diciembre, el presidente Donald Trump decidió poner en vigor la Ley de 1980 del Congreso norteamericano que declaró a Jerusalén “capital eterna e indivisible del Estado de Israel”, ciudad epicentro original de las tres religiones monoteístas que practica el hombre, hebrea o judía, musulmana y cristiana.

El presidente Trump no inventaba nada con su firme decisión por dos vertientes, la primera, honrar una ley congresual, y segunda, cumplimiento de compromiso de campaña, resultando que todo cuanto ha ejecutado el gobernante hasta ahora, ha demostrado coherencia, honrando todo lo prometido en su ruta hacia el poder.

Empero, la disposición del presidente Trump en relación a ejecutar una providencia congresual resulta inicua e inequitativa, porque debió consubstanciarla y completarla para que fuera potable, precisando que en la misma proporción que Jerusalén es la capital del Estado de Israel, Jerusalén Este será la capital del futuro Estado Palestino cuando se produzca su proclamación formal, sin lo cual no habrá paz jamás en Palestina.

Es el gran fallo de esta disposición presidencial que la identifica con lo que los norteamericanos definen como un pato cojo.

Jerusalén Este o West Bank, y Cisjordania, fueron territorios del reino hachemita de Jordania, anexados por el Estado de Israel en la guerra de los Seis Días de junio 1967, y el rey Hussein de Jordania cedió a los palestinos el 30 julio de 1988 para que junto a la Franja de Gaza constituyeran el Estado Palestino.

El 20 de agosto de 1980 las Naciones Unidas promulgó la resolución 478 que condena la decisión unilateral del Estado de Israel de anexar a Jerusalén y proclamarla capital de su Estado.

El 9 de diciembre de 1949, las Naciones Unidas, promulgó la resolución 194 que instituía la internacionalización de Jerusalén.

La resolución 476 de Naciones Unidas del 20 junio de 1980 reafirma la necesidad imperiosa de eliminar la ocupación de los territorios árabes anexionados por el Estado de Israel en la guerra de los Seis Días de 1967.

La ejecución coja del presidente Trump de la ley congresual que estatuye a Jerusalén capital del Estado de Israel contrasta con la asumida por el presidente Barack Obama cuando retiró a su país de la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (UNESCO) cuando el organismo periférico de las Naciones Unidas emitió su veredicto el 31 de noviembre de 201 admitiendo a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) como miembro pleno.

La UNESCO simplemente acogía el respaldo de 104 países que reconocen a la ANP como crisálida del inexorable Estado Palestino de 193 que integran al máximo foro mundial, en una votación 14 contra 52 pusilánimes abstenciones.

Aunque la capital del Estado de Israel desde su fundación el 14 de mayo de 1948 es Tel Aviv, donde radican las misiones diplomáticas acreditadas, en realidad todas las dependencias gubernamentales están en Jerusalén.

Durante la diáspora de 1,178 años en que el pueblo hebreo fue disperso al ocupar Palestina en el añ0 70 e. c. las legiones del emperador romano Tito Vespasiano, cada año de ese largo y doloroso período, todos los hebreos o judíos del mundo en sus oraciones diarias a Jehová musitaron:

“El año próximo en Jerusalén”, en una demostración identitaria como la humanidad no conoce otra expresión homogénea tan persistente y granítica en ninguna otra etnia.

Jerusalén es el santuario de los restos del Templo construido por el rey Salomón del Muro de Lamentos, suprema apelación motivacional del credo hebreo; la Cúpula de la Roca, donde la tradición del Islam afirma escaló Mahoma al cielo en lomos de su yegua Al Buraq, y finalmente, la Iglesia del Santo Sepulcro, donde la tradición cristiana postula el lugar donde el Mesías Jesucristo fue torturado y muerto en el madero de tormento, y es por eso que Jerusalén adquiere el status sagrado de Ciudad Santa.

En instantes en que el presidente Trump firmaba su respaldo a la ley congresual que en 1980 instituyó a Jerusalén capital del Estado de Israel, usó el teléfono imperial dese el que se pauta en gran manera el destino de la humanidad, conectándose con el presidente de la ANP, Mahmud Abás, anunciándole su trascendental decisión.

El anciano rais palestino respondió al presidente Trump advirtiéndole: “Los peligrosos efectos de esa decisión concerniente al por dos años estancado proceso de paz y la seguridad en Oriente Próximo y el resto del mundo”.

Fue la ocasión de oro en que el presidente Abás debió aprovechar, y no lo hizo, para precisar al presidente Trump que su disposición declarando a Jerusalén capital del Estado de Israel se complementará correcta de contribuir a la paz en la convulsiva área, anunciando concomitante que Jerusalén Este será la capital del futuro e inexorable Estado Palestino.

El Nacional

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