Con las cosas que aquí suceden y se ven, le parece a uno estar viviendo en medio de la comedia de Tartufo, la famosa comedia de Moliere estrenada en el 1669 en el Teatro del Palais-Royal, de París, y que desde entonces ha sido acogida para ser representaba en todos los teatros del mundo.
Estamos viviendo una comedia de impostores, simuladores y arlequines, que pretenden entretenernos con sus actos de magia y acrobacias, tan mal ejecutados, que terminan sencillamente dando patadas voladoras, demostrando que son muy malos actores comediantes.
Se verifica en los montajes que hace la policía y el Ministerio de Interior y Policía con medidas absurdas, como son el impedir que los ciudadanos se reúnan en cofradía y armonía a jugar dominó en una acera o cerrando una peluquería, argumentando que no podía estar abierta de noche.
Todo ello es una simulación, un teatro, para llamar la atención, y hacer creer que están trabajando, mientras la delincuencia arrolla en la calle y la nación ocupa el fatídico primer lugar en accidentes de tránsito.
Donde deben estar, las autoridades, no están, ni aparecen…Se encuentran actuando en el teatro de las farsas del dramaturgo griego Aristófanes.
¡Cuantos juglares!