Encorvada, de caminar lento y mirada triste, por los 90 años que lleva a cuesta, Julia Paulino se mueve de manera torpe entre los pocos trastos que tiene en su casucha del barrio Villa María, la que ha sido su morada durante los últimos 47 años.
Allí, abandonada por familiares y olvidada por los planes sociales del Gobierno, sobrevive gracia a la solidaridad de vecinos y amigos.
Con esfuerzos propios levantó la pequeña morada hace casi medio siglo, en la parte atrás de la casa 321 avenida Duarte.
En el interior de la paupérrima morada se perciben claramente los tenues colores, y olores típicos de la pobreza. Una letrina con inodoro roto, viejo y sucio. Una mesa con latas vacías y galones sin agua, pues no consiguió dinero para comprarla.
En las paredes, cuelgan imágenes religiosas colgadas, junto a un Jesús crucificado, siendo uno de los testigos de su deplorable forma de vida.
“Sólo le pido a Dios, que alguien me ayude, a pasar mis últimos días tranquila. Que ayuden a que por lo menos pueda comer diario y dormir cómoda. Mire uno se pasa la vida pasando trabajo y necesidades, para que al final todo siga igual”, expresó con voz entrecortada y lágrimas en los ojos.
Una cama de 60 pulgadas, que por su apariencia parece ser la única área de confort de aquella habitación, sin embargo, no es así, ya que sus esprines rotos y brotados hacia afuera muchas veces clavan como puñales la delgada piel de esta anciana. Las colchas que deberían proporcionales comodidad, lo que provoca que estar acostada sea más una tortura que descanso.
Infancia y juventud
Los hilos rotos de la telarañas de su memoria, le proporcionan vagos recuerdos de sus primeros años.
A sus padres nunca los conoció. Sólo con el tiempo en el orfanato donde fue criada por monjas, recibió de manera imprecisa la noticia de que su padre era un inmigrante Libanés, de apellido Gibrán, que fue deportado por la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo. Supo también el nombre de su madre, pero ya no recuerda, así como que tenía dos hermanos, sólo eso.
Siendo mayor de edad, con 22 años, llega a Santo Domingo, en donde empieza a trabajar como doméstica. Luego se independiza y decide ganarse la vida lavando y planchando.
Conoció a un hombre, el único en su vida. Después de un engaño, lo dejó. Nunca tuvo hijos y nunca más volvió a vivir con nadie, solo la pobreza y la desesperanza han sido sus compañeras fieles.
El drama de Julia Paulino, no es exclusivo de ella, representa la situación de miles de ancianos que se dan cuenta que llegar a viejo, es una verdadera desgracia, cuando no se tiene familia responsable, y se vive en un Estado sin planes para ese segmento de la población.
UN APUNTE
Paradoja
Según informaciones del Banco Mundial en los últimos veinte años la República Dominicana ha sido una de las economías de más alto crecimiento en Latinoamérica, con un promedio del PIB en torno al 5,4% anual entre 1992 y 2014. A pesar de este fenomenal desempeño económico, la pobreza hoy en día es más alta que en 2000.