Si el gobernador de Nueva York, el demócrata Andrew Cuomo, hubiera renunciado desde un primer momento su caída no habría sido tan estrepitosa.
Hasta el presidente Joe Biden le pidió que dejara el cargo para afrontar las acusaciones de acoso sexual formuladas por varias empleadas. Pero él, tal vez pensando que podría salirse con las suyas, se resistía alegando una inocencia que nadie creía.
Su caída es un aviso y un ejemplo del impacto que ha cobrado el acoso sexual. La acusación puede marcar el principio del fin de la carrera de cualquier líder político de la misma manera que ha ocurrido con luminarias de la industria cinematográfica.
La ascendente carrera de Cuomo, quien se perfilaba como eventual presidente de Estados Unidos, ha terminado de la peor manera. Miembro de una dinastía, en Nueva York se había convertido en la figura más representativa del Partido Demócrata.