Opinión

La foto de Aylan Kurdi

La foto de Aylan Kurdi

El mundo se conmovió, porque el caso era para conmoverse. El cadáver de un niño de tres años cargado, como cualquier objeto, por un rescatista en una playa de Turquía. Hay que tener un corazón de acero para no estremecerse con una imagen, viva y lacerante expresión de una cruda realidad, tan impactante. Aylan Kurdi es uno de los tantos chicos que han dejado su vida huyendo con sus padres de la pobreza, la violencia o los males que castran la esperanza en sus países.

Desde hacía tiempo multitudes de África y Medio Oriente han emprendido una travesía suicida para llegar a Italia o Alemania, sea a pie o a través de rústicos medios marítimos. Decenas mueren en el intento. Hace tan solo unos días que la macabra de escena de 71 cadáveres encontrados en un camión abandonado en una carretera de Austria se había conertido en un toque de atención. Pero la imagen del dolor y del cargo de conciencia ha sido la fotografía del cadáver del niño recogido por un rescatista en las costas turcas.

Por supuesto que la imagen es mucho más que una fotografía. Traduce, además de ternura e impotencia, el drama de las migraciones, el despojo y las guerras patrocinados por las potencias en naciones de África y Asia. Porque esos países que sufren hoy esos procesos fueron víctimas de la colonización europea o de conflictos bélicos atizados por la civilización para sumirlos en la miseria más abyecta. La tragedia de Aylan Kurdi evoca ese horroroso pasado, que ha sacudido las conciencias.

Abdullah Kurdi, quien además de Aylan perdió a su mujer y otro hijo de cinco años en la siniestra travesía, había emprendido la odisea en procura de seguridad y bienestar de su familia. Pero ante la desgracia, proclama, ¿de qué me sirve me sirve ahora que se me ofrezca el mundo enterio? Tras cerrársele todas las vías legales no le dejaron otra opción que el riesgo de un viaje clandestino.

El papa Francisco ha tenido, como de costumbre, la gran virtud de marcar la diferencia al acoger en su propia diócesis de Roma a familias que se esfuerzan por sobrevivir, al tiempo de urgir a las parroquias, comunidades religiosas, monasterios y santuarios de toda Europa que reciban a una familia de refugiados.

Alemania, que ha sido tan cuestionada por tratar de imponer su modelo económico al resto de Europa, ha dado también el mejor ejemplo de tolerancia y receptividad frente al drama de los refugiados. No solo el Gobierno, sino muchos ciudadanos se han solidarizado con el drama de los emigrantes ofreciéndoles ayudas. De no ser por la fotografía de ese niño ahogado, que simboliza el doloroso episodio de familias que desafían la muerte para sobrevivir, quizás el problema no ocupara el menor espacio.

El Nacional

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