Editorial

  La otra cara

  La otra cara

El procurador general de la República, doctor Francisco Domínguez Brito, ha dispuesto eliminar “privilegios” que dice disfrutan  reclusos con poder económico  en algunas celdas del viejo modelo del sistema penitenciario,  lo que de antemano se interpreta como una  forma de aplicar la ley relacionada con el  tratamiento que se dispensa a los internos en las cárceles.

La Constitución de la República prohíbe toda  forma de privilegio que  no esté establecida en la ley adjetiva o cualquier  estadio que genere  forma de  discriminación, otro  punto a favor de la iniciativa del Ministerio Público.

El magistrado Domínguez Brito ha dicho que  sólo en algunas celdas  de reclusos con poder económico tienen  los  supuestos privilegios que ha ordenado eliminar, por lo que el cumplimiento de  esa disposición no parece  encontrar  dificultades mayores.

La tarea difícil a la que debería abocarse  el Ministerio Público es la de conjurar el deplorable estado  en que malviven miles de reclusos en inhóspitas cárceles del país  las cuales carecen de las más mínimas condiciones de habitabilidad para un ser humano.

Es verdad que   tiene el deber de  impedir  el ejercicio de privilegios en los centros penitenciarios, pero la ciudadanía estaría más agradecida todavía si  se  eliminan los deplorables cuadros de  internos o  reclusos  abandonados a su  suerte a pesar de que padecen enfermedades terminales o catastróficas, como sida o cáncer.

También el procurador debería  enfrentar el comercio  ilícito dentro de los recintos penitenciarios en los cuales se venden o se alquilan  “habitaciones” o espacio en el pavimento donde los  internos preventivos o condenados  deben  acotejar su anatomía para  poder dormir.

Nadie en su sano juicio debe objetar la decisión del Ministerio Público de  eliminar anejos privilegios, que en realidad  son servicios que se  adquieren a muy elevado costo pagados  a gente innominadas, pero  fácilmente identificadas. Lo que se  desea es que  ese magistrado también ponga atención al discrimen y exclusión de quienes no tienen ni con qué caerse muerto.

Duele saber que en algunas celdas  del sistema penitenciario nacional,  reclusos con poder económico   disfrutan de privilegios, pero  duele más todavía saber que miles de internos de esos centros malviven como animales  sin que esa  forma cruel de castigo esté contemplada en las penas que purgan.                          

El Nacional

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