Editorial

Lastre ético

Lastre ético

Aunque tarde, el Ministerio de Administración Pública fijó en seis el número de viceministros que deben  operar en las  diferentes dependencias del Gobierno, lo que supone que el Poder Ejecutivo cancelará a decenas de funcionarios que poseen nombramiento de ese tipo sin rendir ningún tipo de labor.

Conforme a leyes orgánicas,  cada ministerio  debería tener  un mínimo de tres  y un máximo de seis servidores en esas funciones, lo que sumaría un total de 59 viceministros, pero en la actualidad  hay más de 330  viceministros, la mayoría de los cuales no posee siquiera lugar donde sentarse.

Esa resolución que limita el número de  funcionarios que  asisten a los ministros  debería cumplirse  al pie de la letra, pues resulta  penoso, irrisorio e indignante que  tanta gente cobre  sin trabajar mediante  designaciones ilegales que sólo responden al clientelismo político.

Se señala que las carteras tendrán 120 días de plazo  para ajustar la cantidad de viceministros a los nuevos lineamientos  trazados por  el Ministerio de Administración Pública.

 No es posible que  una cartera como Educación posea 23  viceministros, en contraste con  la escasez de recursos  que padece ese sector para afrontar  el déficit de aulas y butacas, como tampoco es aceptable  que el Ministerio de Agricultura posea 37 funcionarios  de ese tipo.

En virtud de la ley 541-08, el Ministerio de Administración Pública  tiene a su cargo la aprobación  de nuevas estructuras en  la administración estatal, por lo que la resolución que ordena  reducir  el número de viceministros es  legal y legítima, además de  atender una dilatada  exigencia de la sociedad.

No hay que esperar a  que el Poder Ejecutivo promulgue la Ley General de Organización  de la Administración Pública, ni ningún otro estatuto, para poner freno al despilfarro de fondos públicos que significa  el vendaval de nombramientos de viceministros que ni hacen ni dejan hacer.

 Lo sensato sería que mañana mismo, el Poder Ejecutivo deje sin efecto todas esas designaciones que  avergüenzan a  auténticos servidores públicos y que constituyen un lastre  ético para el Gobierno y un uso inapropiado de  recursos públicos en perjuicio de la población.

El Nacional

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