La comunidad educativa nacional debería asumir conciencia sobre el sacrificio que implica asignar cien mil millones de pesos a la escuela básica, lo que representa el 30 por ciento de la inversión neta contemplada en el Presupuesto General del Estado para 2013, recursos que no deben irse por sumidero o caer en saco roto. Autoridades, profesores, técnicos, padres y tutores están compelidos a garantizar que cada centavo de ese 4% del PIB dirigido a la educación pre universitaria sirva para construir el nuevo edificio de la calidad de la enseñanza, lo que equivale a formar y forjar al nuevo ciudadano que requerirá la sociedad del futuro.
No hay que buscar ni identificar culpables de los extravíos que afectan a la educación; más bien lo recomendable sería que todos los sectores confluyan en el compromiso y la tarea de relanzar la plataforma educativa hacia el anhelado escenario de la excelencia.
Resulta absolutamente imprescindible que esa revolución educativa comience por el maestro, cuyo radical proceso de transformación requiere de un profundo y extendido programa de capacitación y readecuación académica y filosófica, a los fines de convertirlo en auténtico dinamo de la nueva locomotora educativa.
Es obvio que se requiere de una revisión del Plan Decenal y de los programas de enseñanza en materias básicas como Lengua Española y Matemática, asimismo en las relacionadas con la historia, geografía, ciencias naturales y otras asignaturas emergentes como Medio Ambiente y fundamentos del estado de derecho.
En seis años, tiempo requerido para que un niño curse el nivel básico, sin incluir pre escolar, el Estado habrá asignado a la educación pre universitaria casi 700 mil millones de pesos, por lo que se requiere madrugar en el esfuerzo colectivo por transformar la educación y la enseñanza.
El problema mayor lo constituye la limitada capacidad académica y técnica del cuerpo profesoral que labora en la escuela pública, especialmente en la enseñanza de Gramática y Matemática, lo que obliga a reeducar a decenas de miles de profesores que en el corto plazo deben convertirse en maestros que no sólo informen, sino que forjen al estudiante como fuego al hierro.
Desde ahora se clama y se reclama el cese de toda forma de politiquería, clientelismo, privilegio o discrimen en el ámbito educativo, para dar paso a una anhelada revolución en todo el sistema de enseñanza básica, que debe comenzar por educar y capacitar al cuerpo docente.

