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Los mecenazgos

Los mecenazgos

 Así, mecenas podría ser un individuo co­mo Lorenzo de Médicis, el Estado como el representado por Pericles, o una corpora­ción, como la Fundación Rockefeller en los EEUU, y E. León Jimenes, la Agencia Bella y la Fundación Corripio en nuestro país, los cuales han sido patrocinadores de pre­mios, museos y reconocimientos ligados al arte y la literatura.

Es bueno reafirmar que el mecenazgo podría, también, responder a una estrategia en donde el discurso in­dividual, estatal o corporativo se involu­cre como política a todo un sistema cultural; tal como el mecenazgo estatal establecido en México por José Vasconcelos, que amplió la responsabilidad estatal sobre el patrimonio cultural y artístico azteca, convirtiendo en obligaciones del Estado la enseñanza, la di­fusión y el estímulo a las artes y las ciencias; o como el ejercido durante los setenta y pi­co de años que operó la Unión soviética, en donde el arte y la literatura se patrocinaban con la finalidad de que obedecieran a estilos y concepciones ceñidas al estalinismo. O como el mecenazgo individual sistematizado por Solomon R. Guggenheim, a partir de 1937, y que al devenir en una fundación con su nom­bre, ya cuenta con varios museos en todo el mundo: en la ciudad de Nueva York, en Ve­necia y en la ciudad vasca de Bilbao, España.

En el mecenazgo corporativo que ejem­plifiqué con la Fundación Rockefeller, en 1913, y a la que se le añadió la Fundación Conmemorativa Laura Spelman Rockefe­ller, en 1929, la cual había sido concebida en 1918 se auspicia la protección y promo­ción del arte y la literatura desde tres ópticas que podrían diferir entre sí: a) por la búsqueda de la inmortalidad in­dividual o familiar; b) por los benefi­cios fiscales que se obtienen mediante la declaración de las donaciones; y c) por la búsqueda de una imagen política o social que visibilice la empresa sobre la competencia, lo cual representa cier­to tipo de trepaduría y oportunismo.