Con la muerte de la profesora Zoraida Heredia viuda Suncar a los 94 años, acaecida en la madrugada del martes, la nación pierde a una educadora emblemática, maestra de generaciones, para quien el aula fue siempre templo y sus alumnos discípulos de su excepcional vocación por la enseñanza y la formación de auténticos valores éticos y morales.
Desde muy joven, la profesora Heredia se integró al sistema de educación pública y se cuentan por miles los niños y adolescentes que abrevaron en su inagotable manantial de sabiduría, amor, humanismo, generosidad y solidaridad. ¡Dichosos los dominicanos que se cuentan entre los alumnos de esta extraordinaria mujer!
El nombre de tan ilustre maestra está asociado a la promoción del respeto, orden y limpieza cuando la escuela era un recinto de luces y civilidad donde los alumnos respetaban a los maestros, que siempre fueron faros de luz.
El fallecimiento de la profesora Heredia fue causado por los golpes y heridas que sufrió en una caída, lo que motivó que fuera objeto de una intervención quirúrgica de la que no sobrevivió.
Sus valiosos aportes incluyen también la elaboración de textos como los folletos infantiles Tatica y Fellito, A la Escuela, Amigos de aquí y de allá y A jugar y a gozar, que fueron instrumentos de enseñanza basada en literatura de factura nacional.
Una sociedad dominicana aguijoneada por violencia y delincuencia anhela el retorno de la Escuela de la profesora Heredia, la del respeto, orden, limpieza, honradez, pulcritud cívica; las aulas de libres pensadores, donde el maestro era el centro del sistema de enseñanza y aprendizaje.
La ministra de Educación, doña Josefina Pimentel, figura entre los centenares de jóvenes que ingresaron al magisterio alentados por la profesora Heredia, que fue en vida y obra ejemplo y testimonio de lo que debe ser la educación y el educador.
Dios le tendrá guardado un lugar de privilegio en el cielo a esta insigne mujer que ha concluido su vida terrenal, huerto que alimentó y forjó a más de una generación en valores de convivencia y civilidad. Paz a sus restos y consuelo a su familia.

