El presidente Luis Abinader y el Partido Revolucionario Moderno (PRM) llegaron al poder gracias a que supieron montarse en la cresta de la ola de las protestas populares contra la corrupción. Eso es un hecho innegable.
El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) se desgastó en el control de la cosa pública, y hasta sufrió de la fiebre de la Hybris. Esto es, para los tiempos de la Grecia clásica, y para nuestra relidad, la arrogancia, la soberbia y la desmesura en el ejercicio del Gobierno.
Por eso la corrupción se generalizó durante los gobiernos del PLD. Se creyeron capaces de reciclarse en el poder y convertirse en una maquinaria electoral insustituible. Confiaban en los mecanismos del clientelismo, el patrimonialismo y la mercadoténia política que aplicaban.
Sin embargo, subestimaron el hartazgo que experimentaba la nación frente a un partido político que pretendía eternizarse en el poder sin grandes prendes que exhibir. Los delirios de una pequeña burguesía, emborrachada con los oropeles del poder, hizo que se obnubilaran y que no pudieron comprender que los vientos habían cambiado de dirección.
Tanto fue así que subestimaron las grandes manifestaciones de protestas populares representadas en la denominada Marcha Verde. Ni valoraron el daño que al PLD y a todo el Gobierno de Danilo Medina les hacían las denuncias concretas de corrupción administrativa.
El PRM y su candidato presidencial supieron capitalizar el sentimiento de repudio que se generalizó contra el gobierno del PLD. Nada ni nadie lo salvaría de la derrota electoral, ni del escarnio público.
El PLD y los diversos sectores de la oposición política ahora buscan desesperadamente la forma de recomponerse y de vengarse contra el PRM y el presidente Abinader.
Y para eso se está articulando una nueva versión de la Marcha Verde, pero en versión digital. Ciertamente, se están usando las redes sociales para realizar la mejor embestida contra el Gobierno. Argumentos no les faltan. Tienen a su mano manifestaciones de corrupción, como el caso condenable de SENASA, y otros que anuncian con bombos y platillos.
Los ataques al gobierno de Abinader con la Marcha Verde-Digital son implacables, buscan demolerlo todo. No quieren dejar piedra sobre piedra en el camino de la probable renovación del gobierno perremeísta. Avanzan con la lentitud y el peso de un rodillo.
El presidente Abinader dejó clara su vocación de no reelección personal y cerró todas las posibilidades constitucionales de rigor. Los precandidatos del PRM se multiplicaron como la verdolaga. Por eso la embestida de la oposición luce difusa, sin un blanco preciso al cual acertar.
Todavía es temprano para vaticinios electorales, aunque el panorama se está aclarando con rapidez.