Opinión Articulistas

Mecenas en Roma

Mecenas en Roma

Elvis Valoy

Que «Mecenas» no solo sea sustantivo sino también adjetivo, habla bien de este cazatalento del imperio romano, que se esmeró en buscarle grandes escritores al heredero de Julio César.

Mecenas fue prosélito de Octavio, y cuando éste se convirtió en Augusto de Roma, cooptó a literatos con capacidad para las letras. Un día, este adalid de las causas artísticas, le presentó al emperador un joven portento que deslumbró con varios poemas, y que prontamente se convirtió en nuevo difusor del aparato propagandístico del monarca: era el poeta Virgilio.

El vate leyó una de sus producciones, siendo aceptado inmediatamente por Octavio; el mandamás romano le dio su aquiescencia debido a que Virgilio era enfermizo como Augusto, y el soberano le gustaba hablar de enfermedades.

Amanuense y farsante por partes iguales, Virgilio solía escribir del campo, pero desde la cómoda urbe metropolitana. Otro rapsoda ayudado por Mecenas fue Ovidio. Su producción tocaba lo erótico; cayó en desgracia con Augusto que lo envió al destierro, ignorándose las razones.

Pero la mejor adquisición de Mecenas lo representó el poeta Horacio. Recomendado por Virgilio, Horacio trabajó como secretario de Augusto. Probó suerte como militar, pero al verse lleno de miedo en medio de un combate, soltó la lanza y el escudo y huyó despavorido, encerrándose en su casa.

Cuenta el investigador Indro Montanelli en su libro Historia de Roma que luego de ese ridículo acto, Horacio se sentó a escribir un poema sobre «lo noble y dulce que es morir por la patria».