Articulistas

Mensaje de un juicio

Mensaje  de un juicio

Estados Unidos ha auspiciado las más crueles dictaduras y tronchado el ejercicio democrático en muchos países. Pero en su territorio ha sido, a lo largo de su historia, muy celoso con su sistema. Al margen de algún matiz circunstancial, es dentro de ese celo y no en diferencias partidarias que se explica el juicio político para destituir al presidente estadounidense Donald Trump por supuesto abuso de poder y obstrucción del Congreso.

Al proceso no debe ni siquiera relacionarse con alguna estrategia para impedir la repostulación o mermar las posibilidades del actual mandatario en las elecciones del año entrante. En la acción lo que está en juego es la vigencia del sistema institucional, gracias al cual la nación ha sido un referente para el resto del planeta. Desde que asumió el poder Trump se ha comportado, sin guardar las apariencias, como una bochornosa réplica de su admirado autócrata ruso Vladimir Putin.

Aunque en muchas ocasiones ha rozado el sistema ha sido el caso de Ucrania lo que ha motivado el proceso para destituirlo. Se ha calificado como una violación muy grave que el presidente de Estados Unidos se prevaliera de recursos públicos al condicionar pagos a la nación europea a que se desacredite a un rival político, el precandidato demócrata Joe Biden.

Ignorante de la historia o tal vez pensando que podía colocarse por encima del bien y del mal, Trump olvidó que la desgracia del presidente Richard Nixon, quien en 1974 tuvo que dejar el poder para evitar un juicio político, fue por transgredir las reglas de juego del sistema.

El proceso contra Trump, aunque sobreviva, como se advierte por la mayoría republicana en el Senado, envía un contundente mensaje para estos países donde los gobernantes son ley, batuta y constitución.

Estados Unidos, aunque cueste reconocerlo por su pasado, gana autoridad al juzgar las violaciones en que incurren sus gobernantes.

Si se permite que sus autoridades vulneren sus leyes sin consecuencia alguna es obvio que Washington pierde calidad para denunciar o exigir respeto a los derechos humanos a regímenes de la región y otras latitudes que no comulgan con su política. Sería como legitimarlos.

Los gobernantes de estos países que están en el área de influencia de Estados Unidos deben aquilatar el impeachment que enfrenta Trump. Nadie, en aras de soberanía e autodeterminación, debe engañarse al pensar que se puede hacer y deshacer amañando elecciones, violando los derechos humanos, sin actuar contra la corrupción, el lavado de activo, el narcotráfico y el terrorismo, bajo el alegato de que los norteamericanos no tienen que inmiscuirse en los asuntos internos. Lo que no se les debe es dar motivos para que lo hagan.

El Nacional

La Voz de Todos