Ciudad que podrá no ser imprescindible, pero es favorablemente inevitable. Con todo y la mala fama de violencia que le persigue en los últimos años, hay que apreciar y reconocer el infinito acervo cultural, artístico e histórico que guarda esta inmensa metrópolis. Dos o tres días son insuficientes para encontrar innumerables ofertas que le dan sentido a unas vacaciones y, por qué no decirlo, a un apresurado viaje de negocio.
Aprovechas rutas culturales que comienzan y terminan, indistintamente, en Coyoacán, lugar donde puedes recrear más de una época, desde la colonia hasta las intensas décadas de la primera mitad del siglo XX. Cuna de Frida Kahlo y Diego Rivera, nos permite recrear vivos y gloriosos recuerdos de artistas plásticos, músicos, compositores y estrellas de cine que llenaron una etapa.
Vinculado a figuras de escritores notables, como Juan Rulfo, Octavio Paz, Amado Nervo, Alfonso Reyes y Jaime Sabines, México se confirma como país en la diversidad cultural. En la ruta, digamos que literaria, de ciudades notables hablamos de la Praga de Kafka, el Dublín de Joyce, la Lisboa de Pessoa, el Buenos Aires de Borges y el Paris de Cortázar. El DF puede, muy bien, ser de
Paz o Carlos Fuentes. ¿O no?
Cada colonia tiene sus propias características, cuenta y canta diferentes historias. Polanco, opulenta, organizada y moderna, con la impronta inconfundible y glamorosa de las tendencias art deco y nouveau, no tienen nada que ver con la sencilla y cálida Coyoacán con sus mercados acogedores y comedores atrapados en una riqueza de sabores, olores y colores centenarios. Confluyen en ella históricas pasiones pintadas de azul eléctrico en la Casa de Frida.
El lujo y el glamour que hacen de Polanco la colonia más atractiva y segura de todas, concilia armoniosamente con la naturaleza, literatura y lo más granado del pensamiento moderno. Sus calles llevan nombres de escritores y pensadores clásicos, entre ellos Shakespeare, Oscar Wilde, Julio Verne, Marx, Hegel, en fin.
El Centro Histórico amerita, acaso, un espacio destacado, tanto por lo que representó en el encuentro de dos civilizaciones como la azteca y la europea, y por los incontables monumentos, museos, centros de artesanía, teatros, parques y librerías que encuentras en cada esquina. Espina dorsal de una ciudad donde laten muchos corazones, la Reforma se anima cada domingo llena de peatones y ciclistas. Y no paro de contar.
Sería superfluo hablar del México lindo y querido, que cantan sus mariachis, y de inmensa gastronomía que le ha ganado una fama en todo el mundo. Díganme si, a pesar de la violencia que difunden los medios, no es inevitable. Es siempre contagiosa e inspiradora una ciudad como esta.