Sólo el Gobierno parece no inmutarse por el monto de la deuda pública. Con todo y lo alarmante que resulta la contratación de nuevos préstamos, que el Congreso aprueba con espantosa celeridad, confirman que los créditos interno y externo no constituyen preocupación alguna para las autoridades.
Pero muchos sectores sí están asustados con la inagotable capacidad de endeudamiento tanto para cuestionados megaproyectos como para obras de poca monta, en tanto desde predios como los de la oposición se denuncia un perturbador incremento del déficit fiscal.
Sin duda que la crisis europea que tiene al euro contra las cuerdas no les quita el sueño a las autoridades. Y menos en medio de una campaña electoral en que el uso y abuso de los recursos públicos se convierte en uno de los principales argumentos para incidir en la voluntad del electorado.
Que las perspectivas nada tienen de halagüeñas, sino que son más bien sombrías, salta a la vista. No se nota que el Gobierno tome medidas para reducir el déficit fiscal, que según la oposición ronda los 58 mil millones de pesos, unos 17 mil más que lo acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Los préstamos, que han sonado la voz de alerta de entidades como la Asociación de Industrias de República Dominicana, han sido la alternativa.
Amén de adecuar el modelo económico, el sector empresarial ha planteado la necesidad de una estrategia que reduzca el desequilibrio entre las exportaciones y las importaciones para fomentar el empleo formal y el desarrollo sin depender para todo del crédito público.
Argentina y Brasil, que forman parte del G-20 y son dos de las economías más sólidas de la región, son casos que deberían servir de ejemplo. Han anunciado sustanciales reducciones de gastos para blindarse ante el vendaval que sacude a la eurozona. Pero también frente al estancamiento de Estados Unidos, aunque hoy su principal socio comercial sea China.
República Dominicana, para colmo, es todavía víctima de una preocupante paradoja. Entidades como el Banco Central y el Ministerio de Hacienda difieren no sólo sobre el monto de la deuda pública, sino incluso con relación al déficit fiscal. Sin hablar de las contradicciones con relación al modelo económico a nivel gubernamental.
No se sabe cuánto con exactitud se debe, aunque por los convenios sometidos al Congreso es obvio que no se trata jícara de coco. Una muestra dolorosa la representa el volumen del Presupuesto (alrededor del 40%) que se destina a los compromisos. Pero el pánico es mayor si se agrega el déficit de cuenta corriente en la balanza de pagos, enfrentado por el momento a base de préstamos y de las remesas.
Las señales indican que al Gobierno le importan un comino las preocupaciones sobre el endeudamiento y su política de gastos. Pero los vientos que tambalean grandes economías son para mirar más allá de las coyunturas electorales, poniéndole coto al endeudamiento como al déficit fiscal.

