En 2016, en un artículo titulado, Soy migrante y me duele, contaba que fui migrante desde muy pequeña. En 1951, mi padre y mi madre, mi hermana mayor y yo, emigramos de Asturias, España, a la Patagonia Argentina, época de desplazamientos humanos empujados por la posguerra europea y las calamidades y pobreza que dejó tras de sí.
Vivo en Santiago, desde 1970, nacionalizada dominicana, ciudadana activa y responsable, 3 hijos y 1 hija dominicanos, profesionales y productivos como hemos sido y somos su padre dominicano y yo.
Como “migrante” nunca entendí el Plan de Regularización ordenado por la sentencia TC/0168/13 que me hizo pensar en mi familia ampliada a nietos/as, biznietos/as, allá en la Patagonia, descendientes de papá y mamá, emigrantes en 1951 y en la injusticia si fueran “desnacionalizados”.
Pero la situación a que hemos llegado en este octubre de 2024 es alarmante: ver cómo se profundizan las prácticas injustas, inhumanas, muchas veces brutales con las deportaciones de nacionales haitianos/as, es un espectáculo doloroso.
Se deporta masivamente a 10 mil haitianas/os indocumentadas a la semana, sin considerar situaciones y circunstancias individuales, al contrario, separando familias, utilizando el método ilegal del perfilamiento racial para cumplir la cuota, y expulsando a dominicanos y dominicanas de raza negra, cazándoles literalmente en allanamientos ilegales, depositados en centros donde permaneces hacinados y depositados en la frontera. Es inhumano.
El discurso de odio para amedrentar, basado en mentiras, es alimentado por actores/as nacionalistas, muchos de ellos/as políticos/as, herederos/as de sagas que, hace más de 60 años desde el poder pudieron contribuir a regular relaciones sanas entre Haití y la República Dominicana, y no lo hicieron porque se beneficiaban de la irregularidad.
Patriotas chovinistas, sentimiento ultranacionalista que lleva a odiar a partir de argumentos racistas, sexistas, clasistas, etc., manipuladores del miedo y la ignorancia con datos estrafalarios, exaltando valores ridículos, un seudopatriotismo siempre racista hacia personas negras.
Algunos datos dados por el reconocido economista Antonio Ciríaco Cruz, muestran porque la migración haitiana beneficia al país:
- Haití es el socio comercial más importante para el país, después de EE.UU, y uno de los pocos países con los que se tiene un intercambio comercial favorable.
- En 2023, de los casi US$12.000 millones en exportaciones, US$857,2 millones fueron por productos que terminaron en suelo haitiano. • Cerrar la frontera da pérdidas de 2,5 a 3,0 millones diarios de dólares.
- La mano de obra haitiana aporta un 7,4% del PIB nacional. En respeto a los DDHH, estamos fallando. En economía, imaginémonos como quedaremos.