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Normalizar la violencia

Normalizar la violencia

Orlando Jorge Villegas

Este fin de semana, el mapa de la violencia se dibujó con puntos que, en teoría, no deberían conectarse: una universidad en Providence, Estados Unidos; un ambiente festivo en Bondi Beach, Australia; y un restaurante en Blue Mall, Santo Domingo. Pero se conectan por algo más peligroso que la violencia que tienen en común: la costumbre. Cuando el horror se vuelve “noticia de turno”, lo normalizamos. Y lo que se normaliza, escala. Entre videos virales, comentarios cínicos y “trending topics”, el miedo acaba volviéndose entretenimiento.

El sábado 13 de diciembre de 2025, en Brown University, dos estudiantes murieron y otros nueve resultaron heridos durante un tiroteo en el campus. Las autoridades continúan tras el responsable y el FBI ofrece una recompensa para dar con él. Un salón de estudio se convirtió en zona de guerra. Y, aun así, a las pocas horas el ciclo mediático ya buscaba el siguiente titular.

Al día siguiente, 14 de diciembre, Australia enfrentó otra tragedia bastante similar: 15 personas murieron en un ataque a tiros en Bondi Beach, un hecho que las autoridades investigan como acto de terrorismo. La imagen de un país que creyó haber domesticado el fantasma de las armas, volvió a estremecerse con preguntas incómodas sobre radicalización, seguridad y control, tras 29 años sin un incidente de este tipo.
Y el mismo domingo 14, aquí, en el Distrito Nacional, un altercado en Blue Mall, un lugar recurrente para el esparcimiento familiar, incluyó a un participante armado.

La Policía informó que el hombre que aparece en el video se entregó y entregó una pistola de fogueo. Algunos dirán: “no era un arma letal”. Pero el gesto fue el mismo: imponer control con un objeto diseñado para infundir terror. Y eso puede detonar una respuesta real de alguien más, en segundos, exponiendo a todos los presentes al riesgo.

Ese es el punto: estamos aceptando la intimidación como parte del guion. Hablamos de “cosas que pasan”, de “pleitos aislados”, de “lo que se ve en redes”, y con cada minimización bajamos el umbral social de lo tolerable.

La violencia no empieza con un disparo; empieza cuando dejamos de indignarnos.
Como sociedad, no podemos negociar con esa normalidad. No se trata solo de reforzar protocolos o discutir leyes; se trata de un acuerdo moral básico: en espacios comunes no se amenaza, no se intimida, no se “saca” nada para ganar una discusión. Debe haber consecuencias claras, investigación y rechazo público, sin relativismos.

Si no erradicamos la idea de que la violencia es parte del paisaje ahora, un día nos sorprenderá —otra vez— cuando el paisaje nos dispare de frente.

Por: Orlando Jorge Villegas
ojorge@jvmediagroup.com

El Nacional

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