Al reclamar una radical revisión en la medición de los niveles de pobreza que realizan organismos multilaterales, el presidente Danilo Medina ha hecho un significativo aporte al debate que se suscita en el mundo de hoy en torno a la forma más efectiva de combatir ese flagelo que agobia a un tercio de la humanidad, por lo que su discurso ayer ante la Asamblea General de Naciones Unidas puede definirse como novedoso y trascendente.
Medina reclamó a los organismos financieros internacionales no medir la pobreza en base a considerar como familias pobres aquellas que subsisten con menos de dos dólares diarios y de extrema pobreza, con US$1.25 al día, pues ese tipo de consideración basado en renta promedio per cápita no refleja la realidad socio económica de los países en vías de desarrollo.
Como ejemplo, el mandatario citó a la propia República Dominicana, que según esa regla de medición ha sido colocada entre los países con ingresos medio alto, lo que lo excluye de importantes programas internacionales de ayuda al desarrollo, a pesar de que la tercera parte de su población vive en condición de pobreza.
En base a esa irracional medición, se considera que la pobreza disminuirá al 2015, de más de dos mil millones de personas que la padecen hoy a sólo 883 millones, lo que el presidente Medina considera un contrasentido que no expresa la carencia y desesperanza que sufre un segmento mayoritario de la población mundial.
El discurso ante la ONU del jefe de Estado está íntimamente vinculado con la realidad social, aguijoneada por una realidad virtual según la cual la economía ha mantenido un sostenido crecimiento, que no se refleja en más de tres millones de dominicanos que viven en condición de pobreza y pobreza extrema.
Tiene razón el Presidente al resaltar la discrepancia existente entre las mediciones que sobre la pobreza realizan organismos internacionales con la realidad del malestar social que se percibe en mentadas naciones en desarrollo, entre las que figura República Dominicana, donde en amplias franjas poblacionales no se percibe vestigio de bienestar.
Ha hecho bien el presidente Medina en llamar la atención sobre los altísimos niveles de desempleo entre jóvenes y mujeres y la irracionalidad que significa el criterio de sólo realizar transferencias presupuestarias para atender necesidades primarias de colectividades vulnerables sin aplicar políticas públicas incluyentes que les permitan participar activamente en los afanes de desarrollo y crecimiento.
Para reducir inequidades sociales y mejorar calidad de vida de las poblaciones, no basta un cacareado crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), porque la fórmula debe ser la de mejorar condiciones de vida, reducir pobreza y exclusión social como receta infalible para estimular crecimiento económico sano.
Los votos son para que el Presidente no se aparte aquí de lo que proclamó ante la ONU.

