Editorial

Ominoso

Ominoso

El atraco el domingo perpetrado por tres hombres armados contra 30 pasajeros que retornaban en una guagua pública desde Barahona y el asalto ayer contra una pareja de turistas en Higüey son  presagios ominosos  de una criminalidad creciente en vía de convertirse en pandemia social de difícil control y efectos devastadores sobre la  endeble seguridad ciudadana.

Como en los buenos  tiempos del Viejo  Oeste americano, los  asaltantes obligaron al conductor a detener el vehículo cerca de la estación de peaje de la autopista 6 de Noviembre y de inmediato obligaron a los ocupantes a entregar todas sus pertenencias, tras lo cual  dispararon repetidas veces para cubrir su retirada.

Atracos similares se  cometen en otras  zonas de la región Sur por bandas armadas que  reeditan pasajes cinematográficos de las clásicas “diligencias” interceptadas en polvorientos caminos, solo que ese tipo de  vandalismo renace  siglos después con asaltos a  camiones y patanas repletos de alimentos o electrodomésticos,  materiales con oro y plata o  camiones blindados que transportan valijas millonarias.

Constituye un mal síntoma  el asalto perpetrado contra los esposos George y Susana Crhisntinger, quienes paseaban por  el bulevar de Higüey, cuando  fueron  agredidos a balazos y  despojados de  prendas y dinero por  antisociales, un suceso que lesiona muy seriamente  al turismo dominicano,  por su divulgación en toda  Europa.

Puede decirse que el auge de la delincuencia se ha convertido ya en problema de Estado porque se ha incrementado  el sicariato, robo agravado, atracos, violaciones, secuestros, y nuevas modalidades  del crimen, como los asaltos a pasajeros de  autobuses, vehículos de carga y a turistas.

No se  conoce  otra  fórmula más eficaz para combatir la delincuencia  y la criminalidad que  la aplicación de la ley contra  los delincuentes, aunque en República Dominicana la mayoría de los transgresores de la ley penal tienen la condición de reincidente, señal de que aquí la ley es poco menos que  letra muerta.

Se requiere de un Ministerio Publico  fuerte, eficiente,   autónomo y con el instrumental requerido para  prevenir y perseguir la comisión de crímenes y delitos, pero también  el sistema judicial requiere de jueces responsables  que impongan  penas severas  señaladas en el Código Penal contra  quienes incurran en crímenes y delitos.

No se exagera si se afirma que la criminalidad, como serpiente de siete cabezas  acogota a la sociedad dominicana, sin que  Gobierno, clase política, sector productivo y sociedad civil alcancen a comprender o  aquilatar la magnitud de la tragedia.

El Nacional

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