POR: Luis Pérez Casanova
l.casanova@elnacional.com.do
El 17 de marzo se cumplieron 39 años del asesinato del periodista Orlando Martínez, uno de los crímenes más execrables contra la libertad de expresión. Pero lejos tenía un hombre que consagró su fructífera existencia a la lucha por la justicia, que se convirtió en referente sobre el valor y la defensa de los principios constitucionales, que su muerte sería utilizada para cometer otro crimen, como la injusticia en que culminó el proceso contra sus homicidas.
Durante el mandato de Balaguer no cabía la posibilidad de que capturar y procesar a los autores materiales e intelectuales de un crimen que bajo ninguna circunstancia podía quedar impune. Lo censurable es el atropello a nombre de la justicia que se cometió en los umbrales de la democracia. La soga terminó rompiéndose por lo más delgado por el afán de las autoridades de congraciarse con la opinión pública, con los 30 años de prisión la pena máxima) impuestos al cabo Mariano Cabrera Durán, sin tomar en cuenta su testimonio, pero sí el de sus superiores que diseñaron el plan para silenciar al mártir de la libertad de prensa. A Cabrera Durán, que no sabía quién era Orlando Martínez ni mucho menos, se le condenó como si hubiera actuado con premeditación, asechanza y alevosía, cuando en realidad no era más que un peón del grupo que encabezaba un coronel de la Fuerza Aérea.
Sin nombre, apellido ni recursos para financiar una campaña de opinión pública, o en todo caso que encontrara receptividad en una prensa contaminada u horrorizada por un crimen de tanta repercusión, estaba más que condenado a la cárcel.
Cabrera Durán -según su testimonio- había sido convocado a una misión, que consistía en la detención de un hombre. Cuando con otros civiles y militares fue a aprehender a la persona (es obvio que pistola en manos), que estaba en un vehículo, sonó un disparo y él dice que también disparó. Insistió en que su misión era detener y no ultimar a nadie. Supo después que ese hombre a quien le habían ordenado capturar era nada menos y nada más que el periodista Orlando Martínez. Pero la justicia, en una decisión que el propio Orlando reprobaría, no tomó en cuenta sus alegatos.
Ni tampoco su carencia de capacidad para tanto. Los autores intelectuales del crimen, reconocidos implícitamente por el propio Joaquín Balaguer, entonces Presidente de la República, en su tristemente célebre página en blanco, nunca fueron identificados ni investigados. El caso se cerró con los sentenciados.
Aun sea en aras de justicia para los más débiles que reclamó Orlando, debe enmendarse el abuso que se cometió con Cabrera Durán, quien lleva más de 15 años preso por un crimen que pudo haber cometido, pero en modo alguno, como puede deducirse de su testimonio y del contexto sociopolítico de la época, en forma intencional.

