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ORTO-ESCRITURA

ORTO-ESCRITURA

Rafael Peralta Romero

Abrir interrogación y admiración es propio del español

Es motivo de preocupación el observar la indolencia mostrada por algunos usuarios de la lengua española que al escribir se niegan a emplear los signos de interrogación y admiración en la apertura de su elocución. Pretenden compensarlo colocando más de uno al final.
En esta práctica incurren personas cuyo nivel de estudios no debería permitírselo y ¿qué decir, incluso, de aspirantes a escritores? Reflexionaba sobre este asunto en días pasados y por grata coincidencia me encontré con un despacho de Efe, la agencia española de noticias, fechado el 18 de junio, el cual reseña planteamientos de la filóloga Lola Pons Rodríguez sobre la función de los signos mencionados como parte del carácter del idioma castellano.
El uso de los signos de puntuación está directamente asociado a dos elementos fundamentales de la lengua hablada: pausa y entonación. Todos los signos (punto, coma, entonación, interrogación…) sirven para establecer el orden de las ideas a la vez que fungen como auxilio a la lectura en voz alta.
“En este contexto la puntuación surge como auxilio para indicar al que lee dónde debe establecer las pausas sin que el mensaje pierda su sentido. El origen de la puntuación está, pues, vinculado estrechamente a la reproducción oral del texto escrito”. Esta aseveración corresponde a la Ortografía de la lengua española, pág. 289.
He querido compartir el reporte de la agencia española sobre los signos indicados. A continuación una parte.
Algo de Efe
Aunque la letra eñe se ha erigido en emblema del español, la profesora de la Universidad de Sevilla (sur de España) Lola Pons Rodríguez asegura que más originales son los signos de apertura de interrogación y admiración, que además son muy recientes, ya que datan de finales del XVIII.
Especialista en Historia de la Lengua y directora de varios proyectos de investigación sobre la lengua del siglo XV, Pons dijo a Efe que, mientras el sonido de la eñe es compartido con varias lenguas desde hace mucho tiempo, los signos de apertura de admiración e interrogación son relativamente recientes, introducidos con éxito por los académicos hace poco más de dos siglos.
Con la idea de que «el lector compruebe en la lengua de hoy la herencia de la lengua de ayer», Pons ha reunido «Cien historias curiosas sobre el español» en el libro titulado «Una lengua muy larga» (Arpa editores), cuya portada ha sido ilustrada con un rostro de un Miguel de Cervantes que protege sus ojos con unas gafas de sol de última tendencia.
«El español es una lengua muy larga en el tiempo pero también en el espacio», matizó la filóloga al aludir al español de América, además de una lengua «muy flexible» que históricamente ha tenido «variaciones espaciales muy acusadas», ya que lo que parecen normas fijas y universales derivadas de las reglas ortográficas se deben igualmente a una normativa «relativamente reciente».
La autora advirtió de que estas cien historias no van necesariamente dirigidas a los 500 millones de personas que hablan español en el mundo, sino a los hablantes y lectores que poseen lo que denomina «sensibilidad lingüística» o que han pensado por qué diferenciar entre «b» y «v» si se pronuncian igual o se han preguntado por qué en la Edad Media se abreviaba tanto si no había móviles.
«No es un libro hecho desde arriba, desde la torre de marfil, sino para que lo entienda todo el mundo, con ejemplos que pertenecen a la cultura popular», explicó la filóloga.

El Nacional

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