La Tierra posiblemente sea sólo uno de los muchos planetas en los que la vida compleja podría tener cabida.
Mucho se ha fantaseado sobre la forma que tendrían estos vecinos cósmicos y, debido a nuestra arraigada visión antropocéntrica, en más de una ocasión se les ha dotado de características humanoides.
Sin embargo los científicos, apoyados en la llamada evolución divergente, señalan que sería poco probable encontrar rasgos humanos en seres de otros planetas puesto que la evolución pudo haber variado sustancialmente por razón de las condiciones ambientales de sus lugares de origen.
La vía actual es buscar en el universo ambientes similares al terrestre, pero ello no es garantía de nada.
Los investigadores reconocen que es necesario ampliar de forma consciente la idea que tenemos sobre la vida, al cual, si bien funciona para nosotros seres hecho a base de carbono-, no necesariamente debe ser así en otras partes del cosmos.
Esta cuestión es discutida ampliamente en el texto Los límites de la vida orgánica en los sistemas planetarios, editado por el consejo de Investigación Nacional de Estados Unidos (CIN) en 2007.
La química y sus principios dan un amplio margen para concebir otros tipos de reacciones que también podrían sustentar la vida prescindiendo del carbono, e incluso sería viable aunque con poca probabilidades la existencia de organismos que no empleen agua como solvente de los compuestos químicos y la reemplacen con otra sustancia.
Seguramente un ser basado en silicio, por ejemplo, sería esencialmente diferente a todo lo que conocemos.
La biotecnología ya ha generado algunos ejemplos de estas estructuras genéticas alternativas, y aquí mismo, en la tierra, tenemos otros que sugieren que hasta las proteínas esenciales carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, fósforo y azufre quizá no lo sean tan sólo 1,000 años luz de distancia.
De esto se infiere que, si no estamos atentos y agotamos todas las suposiciones, podría darse el caso de que aunque nos encontráramos de frente con vida especial no la reconozcamos como tal.
Para evitarlo se analizan modelos que potencialmente podrían existir, como los organismos extremófilos que habitan bajo condiciones extremas de presión, temperatura o en medios en los que otras formas de vida no serían capaces de sobrevivir, como el arsénico o en ambientes contaminados con radiación.
Por ejemplo, la bacteria Deinococcus radiodurans soporta niveles de radiación que no se encuentran naturalmente en la tierra; o la Escherichia coli, que se descubrió tolera presiones de hasta de 300 atmósferas (unidad de presión equivalente a la que ejerce la atmósfera terrestre a nivel del mar).
La evolución dirigida se encuentra en busca de la construcción de vida con base en novedosas fisiologías u otras formas de metabolismo capaces de utilizar energía que nosotros no podemos, como la radiación ultravioleta o la gravedad.
Con dichos antecedentes el CIN ha recomendado recapitular sobre la manera en que se buscan estructuras orgánicas microscópicas o macroscópicas en otros mundos.
Al menos a nivel molecular las opciones son varias, y ni que decir de las formas físicas que estos seres podrían tener. Aunque sería extraño, no es realmente ocioso pensar en una forma de vida que exista en estado gaseoso, explican los investigadores.
Fuentes: the limits of organic life in planetary sistems, national research council EUA, 2007; astrobiología del big bang a las civilizaciones, UNESCO, 2009; www.seti.org; books.nap.edu.