Opinión convergencia

Oviedo: sus raíces

Oviedo: sus raíces

Efraim Castillo

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Volviendo a la herencia del talento, Darwin enunció sin contradecir a Galton, que «el progreso [del sujeto, desde luego] dependerá de una buena educación durante la juventud, cuando el cerebro es susceptible de cambiar, combinado con un alto estándar de excelencia inculcada por los mejores y más capaces líderes».

La teoría de Galton y la posición de Darwin respecto a la influencia de la educación fuera del contexto familiar, otorgan al señalamiento del pariente de Oviedo un cierto peso respecto a la herencia recibida de sus ancestros, ya que en él se combinan ambos factores: genética y educación. Por otro lado, en la familia Oviedo abundan los poetas, científicos sociales y artistas.

El propio padre de Oviedo, Luis Santiago Oviedo Patiño, fue un excelente calígrafo que ganó varios premios y su hermano, Luis (Nurys), sobresalió como pintor y realizador de vallas de carretera. Asimismo, varios de sus hijos (entre ellos, Aracelis) y sobrinos han descollado en las artes plásticas; y un nieto, Omar Molina Oviedo, ha abrazado con éxito la profesión de pintor, comenzando a destacarse como muralista. Es preciso señalar que la madre de Ramón pertenece a una familia que alberga en su seno a destacados literatos y periodistas.

Los primeros años de vida de Ramón Oviedo los vivió precisamente en Neyba, antes de que su padre lo trasladara a la ciudad capital. Esos años, según confesiones del propio Maestro, fueron fundamentales en su formación y allí, guiado por su tío Álvaro -a quien le faltaba una pierna- aprendió a esculpir figuritas con las vértebras de los animales que las sequías petrificaban en los áridos montes, así como sembrar patillas (sandías), melones y tabaco. En sus memorias fonéticas, Oviedo recuerda los gratos momentos vividos en Neyba: «Allá, en el sur profundo, donde laten los corazones de los neiberos, una mañana desperté por el grato sonido que hacía un aparatito que alguien agitaba al pie de mi cama. Era la mañana en que los Reyes Magos dejan juguetes a los niños y el aparatito era el regalo que me ofrecían por tal motivo.

El sonido era muy lindo, muy sonoro y me parece escucharlo aún, pudiendo recordar algo de su forma, ya que provenía de una lámina de metal donde por uno de sus lados pendían unas bolitas con unas cuerdas y que, al ser movido por la brisa o por alguien que lo topara, producía esa resonancia muy musical y hermosa. Debo confesarlo… era la primera vez que los Reyes Magos me dejaban algo».

Neyba, como un recuerdo constante, siempre acompañó a Oviedo y en sus «Memorias fonéticas» (transcriptas por mí y aún inéditas) la figura de su tío Álvaro se mantiene presente: «Por cierto, ya residiendo en la capital y dedicado de lleno a la actividad plástica, realicé una obra donde figuraba un hombre con muletas y un gallo en el hombro. La hice en honor a mi tío Álvaro, que fue un