Insisto en que vivimos una sociedad a la inversa. Todavía no creo que sean verdaderas las intentonas de quienes persiguen validar su derecho a imponer la intranquilidad sónica a comunidades, residenciales y personas, el pésimo gusto musical que difunden desde los musicones móviles.
La estrategia montada para que se nos obligue a quienes llegamos a nuestras residencias a descansar, derecho que nos interrumpe un señor que ha instalado un millón de vatios de power para meternos en nuestro hogares lo peor de su preferencia musical urbana (si hay que llamarle música a esa vaina arrítmica, pobre en sus textos y sincrónica en su estética).
Defiendo el derecho a que cada quien escuche la música de su preferencia.Si a usted le gusta esa música, disfrútela. Y si la quiere gozar más, compre unos audífonos, suba el volumen todo lo que pueda hasta la sordera…. Pero déjennos vivir en paz.
¿Zonas de tolerancia música? Eso es un eufemismo. Se trata de un atentado a la paz ciudadana. Tenemos derecho a descansar.
Los vehículos que nos siguen perturbando la paz, deben ser incautados, con todo y bocinas.
Los colmadones que ponen la música alta, deben seguir siendo objeto de la incautación de sus bocinas. Y desde luego destruirlas en público. Que duela la violación de las normas legales.
Confío en que las autoridades legislativas, policiales, y de Interior y Policía, acepten como válida la postura del Procurador General de la República, doctor Francisco Domínguez Brito.