Por más sana y sólida que sea la banca estadounidense, el nerviosismo se ha propagado por el sistema financiero con la estruendosa caída del Silicon Valley Bank y del Signature Bank.

Desde la crisis de 2008, que motivó la intervención del Gobierno, la banca estadounidense no había sido estremecida por una crisis como la actual, que tiene nerviosos a todos los países.

El presidente Joe Biden ha tratado de calmar a los inversionistas al señalar que el sistema bancario es seguro y garantizando los depósitos a los clientes de las entidades colapsadas.

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La Reserva Federal, el Departamento del Tesoro y la Corporación Federal de Seguro de Depósitos han anunciado un plan de emergencia para contener la crisis.

Sin embargo, la caída no ha dejado de impactar en Wall Street ni en los mercados internacionales. Varios bancos iniciaron ayer sus operaciones con fuertes caídas en sus acciones de Wall Street. Sólo el First Republic Bank sufrió una caída del 62% de sus acciones.

Tratándose de la economía más poderosa del planeta, todas las bolsas están en alerta. Por más lejanas que sean las posibilidades es lógico que el temor a un contagio de todo el sector bancario acapare la atención de los inversores.

Por estos predios no queda más que estar atentos a los efectos que puedan derivarse del colapso bancario en Estados Unidos. Por más estable que sea la economía el impacto suele ser perturbador.