Editorial

 Para ser justo

 Para ser justo

El motivo por el cual un grupo de periodistas y comunicadores ha  denunciado que desde el Gobierno se ha desatado una ofensiva contra  la prensa no parece suficiente para  sustentar tan apremiante temor, aunque una queja de esa naturaleza  puede tener efecto de antídoto contra  cualquier brebaje de intolerancia.

De justicia es  afirmar que  la libertad de prensa y de expresión tiene plena vigencia en República Dominicana y que no hay evidencias sustanciosas que indiquen que esa prerrogativa constitucional ha sido puesta en peligro al menos no de manera colectiva, sin  dejar de resaltar casos particulares en los que el uso de ese derecho  colisiona con  resabios  del Poder.

El 71 por ciento de los lectores de la edición digital de El Nacional respondió ayer con un no la pregunta “¿Cree usted que se ha desatado una ofensiva contra la prensa?”, lo que indica que  la ciudadanía no parece albergar temor de que desde litorales oficiales  se concierte o se ejecute  algún  ataque contra periodistas o medios de comunicación.

El caso judicial que preocupa a un sector de la prensa tiene su origen en el  conflicto generado por el ejercicio de un derecho constitucional de un periodista frente al de un ciudadano de recurrir a vías de derecho si considera que los suyos  han sido conculcados.

A la consideración pública y jurídica queda el criterio de si  la periodista se excedió en  el uso de ese derecho o de si el ciudadano aludido ha   abusado del suyo, quizás prevalido de su condición de funcionario, pero de ahí a involucrar al Gobierno en una ofensiva contra la prensa parece  prevalecer  considerable distancia.

Aunque  es posible identificar  otros episodios que puedan interpretarse como  agresión o intimidación contra la prensa, lo cierto es  que  el presidente  Leonel Fernández ha sido un jefe de Estado respetuoso de ese sagrado derecho y de que no hay indicios sostenidos o sustentables que comprometan su Administración con algún plan   contra periodistas o medios de comunicación.

El Nacional -vale decirlo- no se siente intimidado, pero tampoco acepta intimidación del Gobierno, partidos políticos, grupos corporativos o entes de la sociedad civil, aunque se declara respetuoso y custodia de los derechos ciudadanos, sin tomar en cuenta condición social, política o económica.

La denuncia o queja  que formula un grupo de connotados comunicadores tiene el valor de la prevención, pero no alcanza para  demostrar que  aquí se viola de manera  sistemática la libertad de prensa o de expresión  o de que  se trama  una ofensiva oficial. Tales nubarrones no parecen presagiar huracán.

El Nacional

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