En las adversas condiciones económicas en que asumió el país no se podía esperar milagros del presidente Luis Abinader. Aun así en la lucha contra la pandemia sanitaria y la recuperación del empleo y las actividades productivas se ha logrado mucho más de lo que podía pensarse, gracias a la racionalidad, la focalización del gasto y la reducción de la corrupción.
La gran frustración se ha presentado por el lado que menos se esperaba: la justicia. Las expectativas de que se aclararían sonados escándalos de corrupción se han derrumbado a tal punto que hoy solo los muy ilusos consideran que no todo está perdido. El último batacazo ha sido la sentencia que absuelve a los tres seleccionados como receptores de los 3.5 millones de dólares en sobornos que admitió la empresa Embraer por la venta de 11 aviones Super Tucano.
El expediente de los aviones fue tan burdo, que el senador y el diputado identificados por la compañía entre los sobornados no están entre los sometidos a la justicia. Tampoco los otros legisladores que según la entonces directora de la Procuraduría Especializada de la Corrupción Administrativa (Pepca), Laura Guerrero Pelletier, figuraban entre los favorecidos con los pagos ilícitos. La magistrada que absolvió a los imputados tiene razón al decir que sin pruebas no se puede condenar solo para satisfacer el morbo de la opinión pública.
Con los Tucano ocurrió lo mismo que con el caso Odebrecht. La constructora admitió que había pagado 92 millones de dólares en sobornos, al margen de otros 55 que habría ocultado, pero a la hora de la verdad los sobornados no fueron encontrados. Los fracasos del Ministerio Público crean más irritación que la inflación que golpea a los consumidores, porque era la instancia donde más ilusión había con el cambio que llevó a Abinader al poder. En verdad, el mandatario correspondió a las expectativas al designar en la Procuraduría a una magistrada de las credenciales de Miriam Germán.
La gente se ha quedado con las ganas de ver que se enjuicie a los que se han enriquecido a través de la corrupción. Con los casos que han fracasado por la debilidad de los expedientes no se puede descartar que corran la misma suerte los escándalos Antipulpo, Medusa, Coral y otros. E incluso nadie debería sorprenderse si los imputados por el asesinato del abogado Yuniol Ramírez, ocurrido hace cuatro años, son absueltos por falta de pruebas. Fue muy notorio el interés en principio de contaminar el proceso evidenciado por el Ministerio Público.