Se abre el telón del nuevo período calendario y por costumbre se establecen objetivos por alcanzar en lo personal, familiar, laboral y en los asuntos públicos con incidencia en la cotidianidad de la gestión de gobierno que afecta en algún sentido a cada individuo.

La atomización creciente de la sociedad moderna ha llevado a que el interés particular se imponga al general y cada quien observe el futuro cercano desde la óptica del egoísmo, las conveniencias particulares y la ignorancia del prójimo, de manera que todo será según el color del cristal con que se mire. Si se hiciese un ejercicio más consciente y de simple lógica, los propósitos del año deberían reducirse a las aspiraciones de cada mes, de cada semana o de cada día, en el entendido de que al ver la luz del amanecer se fijan tareas inmediatas para alcanzar hitos de la supervivencia cada 24 horas.

Esa suma de acciones diarias es la que lleva a alcanzar los objetivos, siempre que sea motorizada, al margen de recursos materiales asequibles, por actitudes racionales como la voluntad, perseverancia, constancia, confianza y firmeza en el logro personal, sin importar caídas y obstáculos del camino.

El futuro se vislumbra según los conocimientos de referencia de cada uno, lo racional está influenciado por el entorno, la confianza y posibilidades materiales de cada quien, aunque el impacto de la era de las tecnologías de la información hace a muchos fácilmente manipulables por las élites de poder.

Este 2023 se construirá con el esfuerzo individual y colectivo de cada uno, será más o menos favorable en correspondencia con la actitud cotidiana y por eso de acuerdo al balance oficial del año pasado, es previsible afrontar el nuevo período calendario con racional optimismo de que será positivo.