Opinión

Praga

Praga

Si algún escritor o escritora despertó alguna vez sintiéndose como una cucaracha, o como testigo de un proceso interminable donde al final sabe que será condenado, si alguna vez duda de su oficio, de la trascendencia de su vocación, debe visitar Praga, la cual gira alrededor de su escritor más famoso Franz Kafka.
Si algún escritor o escritora amó alguna vez los cuentos de hadas, con sus castillos y dragones, con sus pueblecitos de calles oscuras y estrechas, iluminadas por faroles, por donde tarde en la noche no podemos distinguir entre vivos y muertos, en la silenciosa algarabía de sus paseos y conversaciones, debe caminar por las calles de Praga, por plazas que son ruta obligada hacia las casas donde una vez habitara el más intenso, el màs neurótico, el más angustiado y el más genial de los escritores checos.

Cafeterías, bares, habitaciones de hotel en lo que otrora fuera su oficina, fotos personales y familiares, nos hablan de un escritor que concentró en Praga toda su vida:”Aquí estaba mi instituto, en aquel edificio del lado opuesto, mi universidad. Un poco más hacia la izquierda se encuentra mi despacho. En este pequeño círculo… está encerrada toda mi vida».

Su casa natal, se hallaba a continuación del getthoe de Praga, y era un antiguo convento que una vez suprimido bajo el reinado del emperador José II, se reutilizo como casa partir de 1787. La pena es que hoy es un Bar.

Empero la modernidad nada ha podido contra la memoria de Kafka, presente ya no solo en las casas donde habitó, en el cubículo donde maltrató sus mejores horas creativas como abogado de una oficina gubernamental de seguros, o en su tumba, poblada con los tímidos poemas de quienes le visitan y multitud de objetos queridos de la gente, como si un siglo después necesitara que Kafka sepa de su existencia, del amor que desata, en mi caso, con las mas inconcebibles cartas de amor que un hombre le escribiera a su amante platónica: Milena.

Los ardientes ojos claros de Kafka nos observan desde las millares de camisetas que enarbolan jóvenes rusos, japoneses, latinoamericanos, nórdicos, chinos, norteamericanos, con la misma intensidad con la que sabia hurgar y descubrir lo absurdo y lo trágico de la vida citadina del pueblo praguense, de la clase trabajadora, de sus mujeres, de sus niños, de los condenados de la tierra.

Tanta lucidez, tenía que hacerlo estallar, por eso muere de tuberculosis muy joven, y por eso evita casarse. Sus hijos, de los cuales reniega, serán sus libros, y esa paternidad literaria indestructible y multiplicada, parece hoy responder sus dudas: Cual la trascendencia de escribir? Ando con sus Cartas a Milena, eso.

El Nacional

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