Opinión

Presencia ecónomica

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Daniel Guerrero 

Pugnas comerciales
China advirtió a Estados Unidos que el aumento de los aranceles (impuestos aduaneros) por parte de ambas potencias no sólo frena la inversión de sus economías, sino que, además, lesiona los intereses comerciales del mundo.

Incrementar los niveles arancelarios constituye traba al comercio y los flujos de inversiones. Wang Shouwen, viceministro de Comercio chino, así lo afirma: “Todos hemos visto ya que no hay ningún provecho en tarifas adicionales. Se mire por donde se mire, influyen negativamente en la confianza de inversores y hacen que las empresas tarden más en decidirse a invertir”.

La afectación de las alzas arancelarias lesiona no sólo a Estados Unidos, la Unión Europeas y China, para sólo citar el caso de algunos actores comerciales que inciden mucho en el desempeño de la economía mundial, sino que el daño se proyecta sobre el desempeño de la economía mundial a nivel las medianas y pequeñas empresas al decaer la demanda global de bienes y servicios.
Conviene recordar que a mediados del pasado año 2018 la guerra comercial chino-norteamericana retomó un nuevo aliento cuando Washington dispuso una penalización arancelarias a productos chinos por unos 50 mil millones de dólares, obteniéndose como respuesta inmediata la aplicación de una medida similar por parte Pekín.

Pero antes de terminar el 2018 Estados Unidos retomó la ruta de la guerra comercial al imponer nuevos impuestos por un valor de 200 mil millones de dólares aduaneros a bienes producidos por las empresas chinas, aunque en esa ocasión la respuesta de China fue conservadora frente a las exportaciones norteamericanas al disponer represalias por sólo 60 mil millones de dólares.

Pero, ¿en qué medida esas medidas punitivas recíprocas han gravitado en los niveles de intercambios comerciales entre EE.UU.-China reajustándose de esta manera respectivos niveles de balanza comercial y su impacto en el desempeño del comercio internacional?.

Equilibrar lo más posible el intercambio comercial entre Estados Unidos y China pasa por los avances en productividad y competitividad, lo que implica definir una estrategia de desarrollo que supere los intercambios comerciales de bienes y servicios tradicionales. También implica una producción interna que logre satisfacer los requerimientos de los respectivos consumidores.

Porque la Administración Trump no ha podido frenar la entrada creciente de bienes chinos a manos de los consumidores norteamericanos. Así, al cierre de 2018 el déficit de la balanza comercial entre ambos países superó los 323 mil millones de dólares a favor de Pekín, unos 47 mil millones de dólares por encima de lo registrado en el 2017 cuando se situó en los 276 mil millones de dólares.

Y es que la fiebre no está en la sábana, sino en el rezago productivo y de competitividad que va evidenciando la economía de Estados Unidos dentro de un escenario económico mundial que refleja una nueva recomposición de las fuerzas productivas, comerciales y financieras dentro del globo terráqueo.

El Nacional

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