Ahora que el país se embarca en un proceso electoral que promete ser intenso, se retoma el sueño de ver a los distintos candidatos presentar sus propuestas y defenderlas frente al público a través de debates. En la era de la información es llamativo lo poco que los distintos candidatos, tanto del oficialismo como de la oposición, tienden a ofrecer en términos de contenido programático respecto de la función que aspiran a ocupar.
La política criolla debe apuntar a satisfacer a un electorado muy distinto al que existía hace 20 años, uno que está mucho más ávido de información y que no solo está observando en las gradas el debate político, sino que está activamente participando en este.
Las elecciones del 2016 son especialmente críticas para el sistema de partidos de la República Dominicana. Una oposición diezmada y un oficialismo que lucha por alcanzar 16 años consecutivos en el poder, están mostrando tener fuertes dificultades en entusiasmar a sus votantes en este ciclo electoral. Se requiere un cambio en la forma de hacer política que vaya más allá de hablar de «cambio”, sino que se empiece a mostrarlo.
Tanto para la oposición como para el oficialismo no hay excusas para estar bombardeando los medios con promesas abstractas y encuestas vacías, existiendo ya tantos puntos de debate abiertos que requieren la voz de ambos. Es inaceptable ver que la oposición en general (sea Alianza País, el PRM o cualquiera de los partidos en esa posición) se ha abstenido de participar en forma activa en las conversaciones del Pacto Eléctrico, y que sea el sector empresarial el que tenga que asumir el contrapeso; y más aún, es penoso que ese proceso, que es un eje fundamental para el futuro económico de nuestro país, no sea ni siquiera parte de la conversación política.
De igual forma, ya todo el país está avisado de que una vez finalizado el proceso electoral va a venir el Pacto Fiscal. En un proceso electoral como este la idea que plantearía cada uno de los candidatos a la presidencia en dicho pacto debe ser una pieza de información fundamental sobre la cual los votantes tenemos que elegir, para orientar a los hacedores de política tributaria el sentir del general de la población. Sin embargo, nadie aún dice nada.
Este proceso electoral debería venir acompañado de sustancia y cosas distintas. Se hace imperioso que nuestros partidos retomen el entusiasmo de los electores, porque de lo contrario deberemos empezar a preocuparnos por los mesianismos en el 2020. Curiosamente, y por cosas de nuestra historia, presentar programas en detalles y plantear políticas públicas pudiera ser la novedad que nuestros partidos necesitan.