El proyecto de ley que regula el derecho a la intimidad, de la senadora Melania Salvador (PRM-Baoruco), es infame por partida doble.

En primer lugar porque coarta el ejercicio periodístico, y en segundo porque es discriminatorio. La pieza, aprobada por el Senado, solo protege la intimidad de quienes ejercen o han ejercido el poder, quienes por la labor que desempeñan deben ser ejemplos de transparencia.

Para la legisladora ni sus colegas que aprobaron el proyecto el resto de la población no califica la protección de la intimidad. Es inconcebible que en la época de la rendición de cuentas se quiera limitar el derecho de la prensa a investigar acciones de funcionarios que riñen con la ley, la moral y las buenas costumbres a través de un proyecto que debe ser rechazado por la ciudadanía. Ya la ley establece límites para las violaciones a la dignidad y el derecho de las personas.

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¿A qué le teme la legisladora que insiste en defender un proyecto que limita el oficio periodístico? Hay muchos países, por supuesto desarrollados, en que ni siquiera existe ley de prensa para darle mayor libertad al ejercicio profesional.

La intimidad, el honor, el buen nombre y la imagen son prerrogativas que los legisladores, políticos y funcionarios tienen que defender con su conducta, no a través de una ley, que, para colmo, excluye al resto de los ciudadanos. Más infame no puede ser el proyecto de la senadora de Baoruco.