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Recuerdos: ¿buenos o malos?

Recuerdos: ¿buenos o malos?

Los seres humanos que atraviesan por un estado depresivo sepultan los buenos recuerdos, y peor aún, si meditan sobre el presente lo ven todo oscuro y si se van al futuro lo visualizan al través de un cristal empañado o borroso. Una de las técnicas de consejería consiste en invitar a nuestro paciente a recrear bellos recuerdos  ya sepultados y disfrutarlos de nuevo como forma de incentivar cierto grado de optimismo.

Algunas canciones, determinados olores y hasta sabores nos retrotraen al pasado. Yo recuerdo vivamente hasta  los números del teclado que correspondían a las canciones de Tito Rodríguez de la vellonera del BBVT (“Bebe y vete” era una emblemática cafetería de mi natal San Pedro de Macorís, propiedad de las hermanas Oliver). Siendo niño conservo el aroma de una colonia de nombre Vetiver de Guerlain que era la preferida de mi abuelo.

No hablaré de los olores de las comidas, pues entre mis preferidas estaba el arenque,  cuando era comida de gente de limitados recursos.

Todos tenemos buenos y malos recuerdos de la infancia, de la adolescencia y  al discurrir de nuestras vidas hasta el día de hoy. De nuestros primeros años de vida recordamos muy poco y a eso se le denomina Amnesia Infantil.

Algunos teóricos afirman que son capaces, bajo estado de hipnosis de llevarnos hasta el mismo útero de nuestra madre y van más lejos, afirmando que bajo un estado regresivo nos transportan a vidas pasadas.

La validación científica de esas experiencias aún está por verse. Lo cierto es que los momentos agradables se recuerdan con más facilidad que los desagradables. Por un mecanismo que Freud llamó represión sepultamos en zonas del inconsciente las experiencias que han resultado psicotraumáticas. A veces a una damita que ha sido violado cuando tenía cinco añitos le cuesta recordar ese trágico incidente de su biografía. A medida que avanzamos en edad, se recuerda con mas facilidad los hechos del pasado y los recientes se van dificultando  (hipomnesia de fijación).

Cuando después de los 60 años, aparecen los trastornos de memoria, del juicio, de la orientación y funciones cognitivas básicas  se suman al deterioro social y laboral , tenemos que descartar que estemos frente a una Enfermedad de Alzheimer. Algunos filósofos del hedonismo han afirmado que perder la memoria nos exonera del sufrimiento que entraña recrear las agobiantes  realidades que nos rodean. Algunas condiciones nerviosas hacen que el afectado instale elementos falsos como recuerdos verdaderos, es lo que se llama confabulación.  

Esto último se observa en el síndrome de Korsakoff, entidad degenerativa del cerebro asociada a alcoholismo crónico. Después de un trauma cráneo cerebral en un aparatoso accidente de tráfico, un hombre joven, no recuerda nada de lo que paso, a esto se denomina amnesia lacunar.

 Se ha dicho que recordar es vivir y que saber es recordar a tiempo, pero volviendo al deprimido y sus recuerdos, es buena técnica para todos mis lectores la siguiente: recree sus buenos recuerdos , sobre todo los de la infancia; sepulte las experiencias desagradables y búsquele una explicación  profesional.