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Román Jáquez, el disfrute vital

Román Jáquez, el disfrute vital

José Rafael Sosa

El cargo de presidente de la Junta Central Electoral es uno de los puestos más expuestos en el país a diarias y tremendas presiones por parte de partidos, gente influyente, medios de comunicación y otros mecanismos de exigencia social, incluyendo la oleada infodémica de las que se han constituido en reales orientaciones de las acciones de la comunidad nacional: las redes sociales.

En lo personal, no quisiera estar en el principal asiento del Pleno de la JCE porque francamente no tengo el temperamento para estar en medio de la jauría bien vestida y camuflada bajo ropaje elegante y gemelos Massimo Dutti, en el santo nombre de las imágenes personalidades de todo tipo.

Sé que Román Andrés Jáquez Liranzo, quien proviene de la presidencia del Tribunal Constitucional, otro puesto igualmente elegible para ser objeto de presiones innombrables, entiende que se trata del desempeño de una labor para la que está preparado por su formación como jurista y docente, y con suficiente motivación social para aceptarlo como una experiencia más.

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Román Jáquez, lo que no me extraña, disfruta lo que hace a diario. No toma ansiolíticos.

Román Jáquez, el disfrute vital
Román Jáquez, presidente de la JCE.

Es un hombre joven, el de menor edad en el amplio listado de quienes han sido presidentes de la JCE en sus 100 años de existencia.

Lleva a sus hijos en la mañana al colegio, luego de un café y un desayuno frugal y de ahí, toma, entusiasmado, rumbo a su oficina. Tiene una agenda extensa y compleja, pero la toma paso a paso. Y tiene un solo propósito: “No le quito un voto a nadie. No le sumo un voto a nadie”.

Yo apenas lo he tratado. He leído y comentado su libro Temas electorales. Deduje, por su libro, que es una persona estudiosa, normada por valores y con una inmensa pasión de que tengamos una nación mejor, con democracia y vida institucional garantizada para toda la comunidad.

No trabajo para la JCE. No me interesa, ni deseo publicidad institucional. Ni contratos, ni nada. Sólo observo lo admirable que es la soledad de Román Jáquez Liranzo. Debería ser ejemplo.