El asesinato en su propia cama a martillazos y machetazos del ex lanzador de Grandes Ligas Pascual Cutá- Pérez se erige como otro trágico campanazo que advierte sobre un desbordamiento de la delincuencia y criminalidad al punto que la vida de ningún ciudadano está segura ni aun recluido en su propio hogar.
Cuta Pérez, quien padecía de una crónica enfermedad renal, fue muerto mientras dormía en su residencia de Nigua, San Cristóbal, por desconocidos, en un aparente intento de robo que los familiares atribuyen a gente del entorno que estarían enteradas de que la víctima recibió ese mismo día el importe de su pensión como ex jugador de Ligas Mayores.
Los antisociales que penetraron a la alcoba del ex lanzador de las Aguilas Cibaeñas y Tigres del Licey albergaron en todo momento la intención de asesinarlo porque lo golpearon y acuchillaron repetidamente mientras dormía y luego requisaron la casa en busca de dinero.
Ese horrendo crimen ocurrió en una comunidad pequeña donde Cutá Pérez nació y creció en el seno de una familia muy querida en Nigua que prohijó numerosos peloteros que han tenido destacada actuación en Estados Unidos y en el béisbol local, a pesar de lo cual fue salvajemente asesinado por unos cuantos dólares.
La Policía está compelida a identificar, apresar y someter a la justicia a los asesinos de Cutá Pérez, aunque se requiere de una firme voluntad política de Gobierno y justicia para poder contener el oleaje de delincuencia que ahoga a una población que se siente secuestrada por el crimen y que no se siente segura en ninguna parte.
Asesinar a machetazos y martillazos mientras dormía a un hombre enfermo, es un acto de salvajismo que consterna a una sociedad ya horrorizada y temerosa por tantos homicidios, atracos, asaltos, robo agravado, violaciones, feminicidios y crímenes relacionados con consumo y tráfico de drogas.
El ex lanzador era un hombre muy querido en su natal Nigua, donde residió siempre y retornaba al final de cada temporada de las que jugó con las novenas de los Piratas, Yankees, Expos y Bravos en el béisbol de Grandes Ligas. En la comunidad lo recuerdan como un buen ciudadano, solidario y alegre.
El vil asesinato de Pascual Pérez debe convertirse en la gran clarinada de advertencia al Gobierno y a la sociedad sobre la imperiosa necesidad de frenar a toda costa la espiral de delincuencia que ha llega a tal extremo que ningún dominicano está exento de ser asesinado por algún delincuente ni aun guarecido en el dormitorio de su casa.

