Editorial

Sin gracia

Sin gracia

El presidente Danilo Medina arriba a sus 100 días con una relativa comprensión, y hasta indulgencia, frente a la crisis presupuestaria que heredó, pero acosado por incesantes protestas sociales a causa de medidas como la reforma tributaria que impulsó con el propósito de aumentar las recaudaciones para cumplir leyes como las que asignan el 4% del Presupuesto a Educación y atender otras necesidades. Sus evidentes gestos por proyectar una nueva imagen no han calado, como no sea en sectores mayormente afines al oficialismo.

Medina no ha conseguido que su Gobierno se vea como nuevo, debido, en gran medida, a que dejó la misma estructura administrativa que acompañó a su antecesor Leonel Fernández. De esa forma arrancó con un gabinete viejo, cuya designación echó por el suelo las auspiciosas expectativas que había creado con el discurso de juramentación el 16 de agosto. Las decisiones que ha tomado, aunque algunas hayan sido aplaudidas, no han bastado para modificar la percepción de que está atrapado, en el mejor de los casos, entre los intereses del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Si bien puede hablarse de claroscuros es posible que sea tras una rendición de cuentas cuando pueda evaluarse con más objetividad el llamado período de gracia.

Por ahora, todo indica que la austeridad ha sido un recurso más mediático que parte de una política para racionalizar el gasto. Se mantienen consejos supernumerarios, como los del sector eléctrico, integrados para colmo por personas que desconocen la problemática, y muchas entelequias que no tienen más razones que el clientelismo contrastan con el real propósito de controlar la dilapidación de recursos.

La prohibición de la compra de vehículos nuevos, la subasta de los permisos para importar alimentos y la transparencia en algunas operaciones son de las medidas que han tenido efectos positivos. Sin embargo, múltiples irregularidades detectadas por auditorías de la Cámara de Cuentas no han merecido ningún tipo de atención si siquiera con la finalidad de engatusar a la opinión pública. El escándalo de Bienes Nacionales se saldó con la renuncia pura y simple de su director. Y el contralor general de la República, Haivanjoe Ng Cortiñas, vino a ser destituido tras candentes presiones por el escándalo de la lujosa pensión que diligenció como superintendente de Bancos.

Si a partir de estos primeros 100 días el presidente Medina quiere diferenciarse e imprimir un sello propio a su gestión tendrá que trillar otro sendero. O emitir señales más concretas, que sintonicen con esas buenas intenciones que los suyos han querido vender como si se tratara de una marca. Significará poner sus sentimientos por encima  de los compromisos e intereses partidarios.

Es cierto que el Gobierno no ha tenido la gracia de los primeros 100 días. Pero es posible que tampoco se la haya ganado. Si en lugar de admitir la crisis que heredó y tomar medidas que se vieran como un real sacrificio de su administración de seguro que el paquetazo hoy no hubiera generado el reguero de protestas sociales, protagonizado mayoritariamente por jóvenes de clase media.  Pero no se ha atrevido a tocar ni siquiera el irritante barrilito de los senadores.

El balance podrá tener diferentes lecturas. La realidad no se puede soslayar. Tampoco es cuestión de estrategia.

El Nacional

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