La cacería y deportación de cientos de haitianos ilegales que acampaban en Texas ha contribuido a llamar la atención sobre la inestabilidad política y las penurias que agobian desde hace años a la vecina República.
La furia con que fueron perseguidos por agentes a caballo y con látigo para ser devueltos a su país causó una creciente indignación al no respetarse ni siquiera la condición humana de los sufridos haitianos.
El incidente coincidió con la intervención del presidente Luis Abinader ante la asamblea de la ONU, en la que reclamó la participación de la comunidad internacional para enfrentar el problema haitiano.
La intervención de Abinader y los deplorables sucesos en Texas han incidido para que México, Argentina, Panamá y Uruguay se solidarizaran con la necesidad de encontrar una salida urgente al drama del vecino país.
En un país que en ocasiones parece que es tierra de nadie, donde todavía está impune el asesinato en su residencia del presidente Jovenel Moïse, ocurrida el 7 de julio, y donde las pandillas controlan parte del territorio el panorama no puede ser más intrincado. Pero algo tendrá que hacerse porque lo cierto es, como dijo el presidente Abinader, que República Dominicana no puede por sí sola con la crisis haitiana.
Ahora que el drama ha vuelto sobre el tapete hay que presionar para que Estados Unidos y la comunidad internacional asuman la respuesta que requiere la histórica crisis política y económica de Haití.
