Con la crisis haitiana el presidente estadounidense Joe Biden también dirige la vista a una región sacudida por una amplia gama de conflictos.

Aunque la vía abordada para enfrentar la problemática haitiana no sea la más idónea indica, de todas formas que es alentadora su preocupación sobre el pandillerismo y la ingobernabilidad en la vecina nación.

La ONU, cuyo secretario general, Antonio Guterres, favorece el despliegue de una fuerza internacional para restaurar el orden y la gobernabilidad, no hace más que convocar al Consejo de Seguridad.

Pero es sabido que Guterres carece de capacidad para persuadir a China y Rusia de que respalden en Haití una opción militar. Si Biden se lo propone conseguiría el más amplio respaldado para el despliegue de tropas que decidió Kenia para erradicar el pandillerismo en el convulso país.

La intervención militar tiene además a su favor que ha sido solicitada por el propio Gobierno haitiano, que en la práctica parece un rehén de las siniestras pandillas. Tras la decisión de República Dominicana de cerrar la frontera la inseguridad en Haití se ha tornado más impredecible.

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La seguridad en esta parte de la isla está entre las razones por las que el Gobierno tomó la drástica medida. Con el poder de Estados Unidos en la región Biden puede hacer más que descargar en la ONU una salida viable a la prolongada crisis haitiana.

Demostrado está que con sanciones y ayuda humanitaria no se resolverá el problema haitiano.