POR: Juan Arístides Taveras Guzmán
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Leyendo la vida de Steve Jobs, quien fuera un empresario y magnate de los negocios del sector informativo y de la industria del entretenimiento estadounidense, también cofundador y presidente de Apple Inc, me tope con el discurso que le dirigió los graduandos de la prestigiosa universidad de Stamford, el cual entendemos fue un célebre legado por los testimonios inspiradores que el mismo albergaba. En una de sus partes nos narra cómo en nuestras vidas se van conectando los puntos, que al final describirán el porqué de cada paso en nuestras vidas, como una forma de completar lo que estamos destinados a hacer y lograr. Aquí parte de su discurso: “Dejé la universidad de Reed (Portland, Oregón) tras los seis primeros meses, pero después seguí vagando por allí otros 18 meses, más o menos, antes de dejarlo del todo. Entonces, ¿Por qué lo dejé? Comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica era una estudiante joven y soltera, y decidió darme en adopción.
Ella tenía muy claro que quienes me adoptaran tendrían que ser titulados universitarios, de modo que todo se preparó para que fuese adoptado al nacer por un abogado y su mujer. Solo que cuando yo nací decidieron en el último momento que lo que de verdad querían era una niña. Así que mis padres, que estaban en lista de espera, recibieron una llamada a medianoche preguntando: Tenemos un niño no esperado; ¿lo quieren?, Por supuesto, dijeron ellos. Mi madre biológica se enteró de que mi madre no tenía titulación universitaria, y que mi padre ni siquiera había terminado el bachillerato, así que se negó a firmar los documentos de adopción. Sólo cedió, meses más tarde, cuando mis padres prometieron que algún día yo iría a la universidad. Y 17 años más tarde fui a la universidad.
Pero de una forma descuidada elegí una universidad que era casi tan cara como Stamford, y todos los ahorros de mis padres, de clase trabajadora, los estaba gastando en mi matrícula. Después de seis meses, no le veía propósito alguno. No tenía idea de qué quería hacer con mi vida, y menos aún de cómo la universidad me iba a ayudar a averiguarlo. Y me estaba gastando todos los ahorros que mis padres habían conseguido a lo largo de su vida. Así que decidí dejarlo, y confiar en que las cosas saldrían bien.
En su momento me dio miedo, pero en retrospectiva fue una de las mejores decisiones que nunca haya tomado. En el momento en que lo dejé, ya no fui más a las clases obligatorias que no me interesaban, y comencé a meterme en las que parecían interesantes.

