Despedir a un ser querido es una de las grandes pruebas y temores de nuestra existencia, más cuando se trata de una especie de segunda madre, consejera y amiga, desprendiendo parte de nuestro corazón.
Mi suegra Sumaya partió recientemente a los brazos del Padre, dejándonos un vacío inmenso y a la vez un infinito agradecimiento a Dios por permitirnos ser testigo de su inmenso amor y generosidad.
Como hombre de fe sé que su espíritu hoy habita en esa morada de amor y de paz. Quiero compartir algunas muestras de amor y afectos acontecidas en ese difícil y trascendental día.
“Gracias por todo el amor que me diste y por cuidarme a mí y a mis hijos como lo hiciste, muchas gracias mi matica de amor, pero solo Dios sabe hasta cuándo estamos aquí y en qué momento nos llama y necesita. Vete en paz Sumaya, mi matica de amor”.
Esas fueron las palabras de Don Tito García Taveras en la funeraria, a sus 102 años de edad y lúcido, al momento de despedir a su inseparable y fiel compañera por más de 60 años, quien se entregó en cuerpo y alma a él junto a sus cinco primeros hijos (Manuel, José, Beatriz, Maritza y Libertad García Monegro), quienes habían perdido a su madre a destiempo. Luego también los suyos biológicos (Yamil, Yanet, Tito Alberto y Simón García Massih).
“Una muestra de lo que significó la vida y la obra de Sumaya fue el apego a su familia, siendo solidaria, velando por sus hijos, sus familiares y amigos. A mí en lo personal me dio una acogida fraternal y sincera, sintiéndola en mi corazón como mi madre adoptiva. Tuve la oportunidad en estos catorce años de conocer el ser humano y la calidad de sus pensamientos.
Una mujer de luces, proactiva, emprendedora y de negocios, familiar solidaria y amiga. Creo que el mayor legado que nos llevamos aquí es nosotros transferir ese amor y esa unión que ella siempre quiso para su familia y descendencias. Para mí, ver este festival de afectos y esta muestra de solidaridad nos llena de júbilo, porque sé que su obra va a trascender, y ella está hoy al lado del Padre donde se lo merece, velando con ternura por todos nosotros.
Rindamos honor a su memoria, mantengámonos unidos, apoyándonos los unos a los otros, siempre cercanos, con la certeza de que el amor es eterno y no tiene ni tiempo ni espacio.
Sumaya, descansa en paz, con la satisfacción del deber cumplido y con el cariño infinito de quienes nunca te olvidaremos». Alberto Taveras