La joven cigüeña –
Érase una vez una joven pero valiente cigüeña que pese a su juventud se aventuró a emprender un largo viaje y cumplir con su primera tarea, llevar a una preciosa niña a los brazos de su mamá.
Preparó todo para tan atrevida aventura, y una mañana empezó un largo camino desde los cálidos vientos del sur hacia los fríos del norte.
Vivió toda clase de aventuras, le sorprendieron tormentas, nieves e incluso un feroz ataque de un águila que, confundida, no llegó a comprender la hermosa labor que había comenzado la joven cigüeña.
Pese a todo, y ya malherida y tiritando de frío, vio las heladas aguas del río Volga, y en vertiginoso descenso, puso a la niña en el dulce regazo de un moisés que pese a su humildad, sería un cálido lugar donde mecerla y dejarla a los cuidados de su mamá.
Así, repetidamente, cumpliría con otros viajes a alejadas partes del mundo donde madres y padres esperaban la deseada llegada de sus bebés.
Se sentía orgullosa con la tarea que la naturaleza le había concedido, aunque con tristeza escuchaba a veces las viejas historias que cigüeñas más experimentadas contaban de bebés que no siempre eran felices en los lugares donde con tanta ilusión los habían dejado.
Una vez en una camita de madera se encontraba una hermosa bebé llamada Tania, ya había mucho tiempo que la cigüeña María la trajo, pero sus ojos estaban tristes y, junto al frío, empezó a darse cuenta que no tenía una buena mamá.
Un día, creyendo que en un vaso había leche, se lo tomó, pero el vaso contenía pintura, y el pequeño cuerpo de Tania se enfermó.
Por suerte se curó. Y para que no estuviera más solita, la llevaron a un orfanato donde la cuidarían junto a otros niños y niñas que no tenían a sus papás y mamás.
Allí tuvo a sus primeros amigos, y empezó a veces a reír, pero ella lo que quería era tener un papá y una mamá.
Cuando cumplió cuatro años, una familia que deseaba tener una hija vino a verla.
Después de jugar con ellos los besó y, por primera vez, sus pequeños y sonrosados labios dijeron las bellas palabras papi y mami.
Un día salió radiante del orfanato y después de un largo viaje, igual como el que en su día hizo la cigüeña María, fue feliz en una hermosa casa, llena de muñecos, juguetes, y del amor de su papá y mamá.
Miguel Ángel Anguita Raigón (España).