Tambores de guerra suenan en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD). La reciente decisión del Comité Político (CP) de escoger su candidato presidencial en el primer trimestre del año venidero —y no en el 2027, como establece la Ley Electoral— ha encendido la mecha de las tensiones internas, las cuales, por su alto volumen, amenazan con despertar los fantasmas de otra posible división.
Como en la guerra, no todos los disparos se oyen: muchos se negocian en pasillos, se urden en silencio y se lanzan con sonrisa diplomática. La salida oficial de Francisco Javier García como precandidato presidencial no solo refrenda la postura del CP, sino que agrega un elemento que, a decir de sus adversarios, no están dispuestos a validar.
Por ello, han decidido —de manera soterrada pero firme— gestar lo que podría denominarse El Bloque de la Resistencia, el cual tiene como principales protagonistas a figuras de peso como Abel Martínez Durán, Charlie Mariotti, Margarita Cedeño, Juan Ariel Jiménez y Francisco Domínguez Brito. No se trata solo de disenso, sino de estrategia. Y, como en el arte de la guerra, cada movimiento busca reposicionar fuerzas, ganar terreno y controlar el desenlace, porque el fin justifica los medios si tomamos como termómetro el pensamiento filosófico y político de Nicolás Maquiavelo.
Paradójicamente, Abel Martínez —quien en el proceso pasado se benefició de la llamada “consulta”, mecanismo que ahora rechaza por considerarlo poco transparente y ajeno a las reglas del juego— parece haber aprendido la lección de que, en política como en la guerra, el terreno que se conquista sin legitimidad se pierde con facilidad.
A favor de Abel Martínez, último referente presidencial del PLD, hay que reconocer que, a pesar de navegar con todos los vientos en contra, superó la barrera de los 1.8 millones de votos. Aunque en la forma eso no garantiza permanencia futura, ni mucho menos un retorno seguro a la hora de volver a contar, en el fondo —si lo traducimos al béisbol— terminó con un buen average de bateo.
El PLD, que durante dos décadas gobernó y consolidó el Estado dominicano, enfrenta ahora el mayor reto: evitar su desintegración, ante una militancia que ya ha saboreado las mieles del poder. Por ello, muchos viven al acecho para saber qué rumbo seguir; otros han optado por no esperar un desenlace final y han emigrado hacia la Fuerza del Pueblo y su líder, Leonel Fernández.
Danilo Medina ha dejado claro que la pugna con Leonel es política, no personal. Y mientras ambos sigan comandando frentes distintos, la reconciliación no parece posible. Cada pérdida, cada deserción, se convierte en una victoria para el adversario.
El PLD está en guerra. Una guerra fría, estratégica, silenciosa, donde el objetivo no es la destrucción, sino la supervivencia.