Editorial

Triste historia

Triste historia

De nada valió querellarse 18 veces ni de colgar en YouTube un vídeo en el que  expresa temor de  ser asesinada por su expareja. Aun así, Miguelina Altagracia Martínez, madre de cuatro niños, fue muerta  de 25 puñaladas  por un hombre despechado que  previamente le obsequió un ramo de flores.

Esa triste historia acaecida en  el sector Pueblo Nuevo, de Santiago, consterna e indigna a una sociedad  que se niega a asimilar el feminicidio como un hecho  cotidiano imposible de prevenir ni aun  cuando  la mujer  literalmente se cansa de  reclamar auxilio de Policía, Fiscalía y Justicia.

¿Qué más puede hacer una mujer golpeada, acosada y amenazada de muerte por su  exmarido, después de querellarse 18 veces ante una autoridad competente? ¿Cómo es posible que  un caso como este,  en el que la desesperada víctima utiliza incluso las redes sociales para advertir que su vida corre peligro, se convierta en crónica de una muerte anunciada?

Como para deshacerse de responsabilidad por no prevenir o evitar la tragedia, el Ministerio Público alega que la infeliz mujer retiró la querella que había incoado contra  quien  se convirtió en su asesino. Vale preguntar ¿acaso el desistimiento de la  víctima en materia criminal implica  automático cese de la acción pública?

En una ocasión, el  victimario, Jonathan  de Jesús Torres, fue detenido  en atención a una querella presentada  por Miguelina, pero fue liberado tres días después  sin formularle cargos, tras lo cual  viajó al extranjero y regresó dos semanas después con  la clara intención de asesinar a su ex esposa, lo que cumplió de manera alevosa.

Si el retiro de la querella o denuncia incoada por  una mujer agredida o amenazada de muerte por  algún individuo despechado significara  el fin de la acción pública, entonces un reconocido artista no guardara prisión preventiva, toda vez que la víctima también presentó un acta de desistimiento. Para frenar  el auge del feminicidio se requiere de conciencia, diligencia y responsabilidad de jueces, fiscales y policías.

El procurador general, Francisco Domínguez Brito, admite que  el sistema judicial falló en el triste caso de Miguelina, la mujer que no pudo preservar su vida pese a querellarse 18 veces contra  su verdugo y clamar por justicia  a través de las redes sociales. No basta un  simple mea culpa. Se requiere de más diligencia y conciencia.

La sociedad no puede ni debe ser indiferente ante  el auge de los asesinatos de mujeres a manos de maridos, exparejas o pretendientes, por lo que  ese flagelo debe ser  combatido por todos los medios posibles desde  el ámbito de la educación, prevención hasta  la prisión y condena ejemplar para quien intente levantar  aun sea un dedo contra una mujer.                                

El Nacional

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