Es tanta la desconfianza sobre la tregua parcial acordada con Rusia en la guerra en Ucrania que el presidente Donald Trump se ha comprometido a proteger las plantas eléctricas para prevenir ataques de las fuerzas de Vladimir Putin. Aunque el zar ruso convino no atacar la infraestructura energética, Ucrania reclamó como garantía a Estados Unidos que protegiera las suyas.

Cuestión de seguridad, que Trump lo entendió. La tregua, muy lejos de lo que se esperaba, parece más bien un protocolo para salvar los más de 90 minutos de conversación telefónica entre los dos mandatarios. El presidente ucraniano Volodímir Zelenski no puso objeciones, pero hizo sus reclamos, aunque sin poner condiciones. El Kremlin ha dicho que está dispuesto a trabajar con sus socios estadounidenses en un examen exhaustivo de las posibles vías para una solución que entiende debe ser integral, estable y sostenible.

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El fin del rearme y el cese de la ayuda de occidente a Ucrania se citan entre las condiciones planteadas por Rusia. En otras palabras, que la patria de Zelenski sea abandonada a su suerte. Estados Unidos, que ha ponderado más la relación bilateral con Rusia que el alto al fuego en Ucrania, ha comenzado a ver la realidad más de cerca. Si no participa más directamente en el conflicto, el cese al fuego que se ha logrado entre Rusia y Ucrania podría volar por los aires en cualquier momento. Y una ruptura del acuerdo antes de tiempo sería una derrota para el presidente Trump.